El cuento es que un niño, que ya había aprendido a leer y a escribir y a hacer pequeñas sumas y restas, le pasó a su mamá una cuenta de cobro por los servicios prestados a la casa.
Sabido es y costumbre es que los niños son los que hacen todos los mandados de la casa. Manuelito, vaya dígale a don Chuco que me mande una bolsa de leche y después se la pago. Manuelito, vaya cámbiele el pañal al bebé. Manuelito, lave los platos, Manuelito…,Manuelito.
Y el Manuelito de esta historia un día se cansó de hacer todos los mandados de la casa y le pasó a la mamá una cuenta de cobro en una hoja que arrancó de su cuaderno.
Antes de seguir adelante debo decir, en honor a la verdad, que la historia no es mía, ni la tomé de ningún libro. La escuché el domingo pasado, día de las madres, en la iglesia de los padres carmelitas.
Al terminar una de las misas, el párroco tuvo a bien rendirles un homenaje a las mamás asistentes con una hermosa tarjeta, una serenata que cantó el cantor de la iglesia al que le dicen Mico, y unas conmovedoras palabras resaltando la grandeza de las madres. Para finalizar, refirió esta historia que les estoy narrando.
Sea el momento para agradecer a los padres carmelitas, en nombre de todos sus feligreses, y de los que no lo son, pero que no se pierden misa allá los domingos, por las enseñanzas que nos inculcan, homilía tras homilía. Desde que se acabaron los púlpitos en las iglesias, se acabaron los buenos sermones. No así con los carmelitas. Con sencillez y claridad de sabios, y con pedagogía de masas (que no sé qué será, pero suena bonito), nos ayudan a caminar por este camino tan pedregoso, a veces, y tan pendiente, casi siempre, de la vida.
Pero vuelvo al cuento. El niño en su hoja de papel cuadriculado le pasó cuenta de cobro a su mamá:
Por cambiarle los pañales al bebé… $5.000
Por traer la leche todos los días… $ 4.000
Por sacar la basura… $3.000
Por lavar platos… $ 5.000
Por oficios varios $ 3.000
TOTAL $20.000
Con algún temor, pero con decisión sobre lo que estaba haciendo, el niño le entregó la hoja cuadriculada a la señora. Ésta se sentó, sin saber qué sorpresa le esperaba, desdobló el papel muy despacio y más despacio fue leyendo el contenido. La mamá no salía del asombro, pero en vez de regañarlo, tomó el lápiz y escribió debajo de la cuenta de cobro:
Por llevarte en mi vientre durante nueve meses…0 pesos
Por darte la vida… 0 pesos
Por cuidarte noche y día… 0 pesos
Por darte mi sangre convertida en leche… 0 pesos
Por llevarte al colegio y ayudarte en las tareas… 0 pesos
Por toda la crianza 0 pesos
TOTAL 0 pesos
Dobló de nuevo el papel y se lo dio al niño. Éste leía y leía, hasta que estalló en llanto. Entonces tomó el lápiz y escribió con letras grandes: CUENTA CANCELADA.
Los ángeles sonreían al ver madre e hijo confundidos en un abrazo entre lágrimas y números