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Cuellos de botella
Hay que simplificar el sistema, disminuir la carga, ampliar la base de tributación, eliminar tantas exenciones como sea posible.
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Domingo, 15 de Agosto de 2021

Para crecer a las tasas que necesitamos hay unos cuellos de botella estructurales que debemos superar. El primero de ellos es la complejidad del sistema tributario y la excesiva carga fiscal. Para este año es del 62,5%. Con la reforma tributaria que se propone, subirá para las empresas al 65,5% (el promedio mundial es del 40,4%).

Una tasa tan alta tiene como consecuencias una altísima evasión, cercana al 32%, un desestímulo a la inversión, la pérdida de competitividad internacional y un incentivo perverso para la informalidad. Hay que simplificar el sistema, disminuir la carga, ampliar la base de tributación, eliminar tantas exenciones como sea posible.

El costo y la inflexibilidad del régimen laboral es el otro. Hoy un trabajador vale para su empleador 1,52 veces su salario mensual. Y en lugar de disminuir aumentan permanentemente los gastos laborales adicionales directos (como la estabilidad laboral reforzada, la disminución de la jornada laboral o el aumento del tiempo de la licencia de paternidad) e indirectos (trámites a cargo del empleador). 

La inseguridad, física y jurídica, el tercero. Producimos más cocaína que nunca y la tasa de asesinatos es más alta que antes de la firma del pacto con las Farc. Solo quebrándole el espinazo al narco saldremos del conflicto y de esta espiral de violencia homicida. Y operar en los territorios se ha vuelto dificilísimo. Sin autoridad, orden y seguridad no hay sociedad posible. Hay que sancionar efectivamente los bloqueos, reformular la estrategia contra el narcotráfico, recuperar la voluntad de someter a los violentos, reconstruir la cooperación de la ciudadanía con la Fuerza Pública, fortalecer la superioridad aérea y los aparatos de inteligencia y contra inteligencia. Para disminuir la incertidumbre jurídica hay que atacar la inflación normativa y desregularizar cuando sea posible, continuar la tarea de simplificar trámites, y emprender la hoy improbable pero urgente reforma a la administración de justicia. Y hay que tener mucho cuidado con los riesgos jurídicos que se asoman con la utilización de la JEP como instrumento de venganza. 

Cuarto, la pésima calidad de la educación y su no pertinencia. La ausencia de mano de obra calificada, de bilingüismo, de competencias básicas y digitales, hace casi imposible la construcción de capital social. Hay que cerrar las brechas de cobertura de cero a cinco años y en el sector rural, disminuir la deserción escolar, impulsar a fondo las técnicas y tecnológicas y estimular los estudios en carreras que sí se necesitan, fundamentalmente ciencias naturales y de la salud, matemáticas e ingenierías, veterinaria y agronomía. Hay que reformar estructuralmente el Sena y hacer alianzas con los empresarios, terminar con el monopolio de Fecode, establecer sistemas de evaluación amarrados a los resultados de los estudiantes.

La insuficiente infraestructura es la quinta. Están pendientes el puerto en el Urabá, la ampliación de Buenaventura o apostarle a Tumaco, resolver definitivamente el problema de sedimentación del Dique, un nuevo aeropuerto en Cartagena, la tercera pista de El Dorado y, la gran tarea aplazada, la construcción de una gran red ferroviaria nacional. La apuesta por la infraestructura, además, es el camino indispensable para profundizar la regionalización en un país de regiones y, al mismo tiempo, integrarlo. 

Todo apunta que este año cerrará muy bien. En julio se vendieron 70.655 motos, más que nunca. No es un dato accidental. Las motos son en muchos casos la primera propiedad de los colombianos. Para eso, para construir un país donde todos sean propietarios, es indispensable hacer de la superación de la pobreza la meta de todos. Y ello no será posible sin generar empleo, mucho empleo, y sin superar los cuellos de botella de productividad señalados.

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