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Cúcara mácara títere fue
Los rectores viven estresados porque del resultado de los exámenes de sus alumnos, depende la clasificación que el Ministerio hace de su plantel. 
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Martes, 29 de Agosto de 2017

Definitivamente el Ministerio de Educación no cree en la calidad de la enseñanza de los colegios del país. Todos los años les da una cachetada a los maestros de bachillerato, diciéndoles: “A ver, mándenme sus alumnos el próximo domingo, para examinarlos, a ver si ustedes les han enseñado lo que les deben enseñar, y a ver si están aptos para ingresar a la universidad”. 

Los profesores que dictan clases en el grado once (el curso sexto de bachillerato, en nuestros tiempos) viven estresados todo el año, pensando en esas benditas pruebas del Estado, donde se pone en tela de juicio su enseñanza.    

Los rectores viven estresados porque del resultado de los exámenes de sus alumnos, depende la clasificación que el Ministerio hace de su plantel. Buenos resultados, buen colegio. Malos resultados, mal colegio. “A trabajar para el Icfes”, les dice el rector a los profesores, en la primera reunión de docentes del año, y, a partir, de allí todo gira alrededor de las tales pruebas.

Los papás de los supuestos bachilleres, de igual manera, se meten todo el año en el mismo cuento de la preocupación y el desbarajuste. En otras palabras, ese día se forma el despelote emocional y familiar. El futuro de sus hijos, es decir, el futuro del hogar y de la familia, depende de los resultados que obtenga su hijo ese fatídico domingo de las pruebas Icfes. La mamá le reza novenas al Espíritu Santo, al papá se le caen los tres pelos de la cabeza que le quedan, y ese día no hay sosiego en la casa, todo es agotamiento, taquicardia, diarrea y nerviosismo.

Sin embargo, no todo es negativo. Los estudiantes, por ejemplo, no se dejan contagiar del estrés del colegio y de la familia. A ellos ni les va ni les viene el resultado que obtengan. “Relájate, marica”, se dicen a sí mismos, mirándose al espejo. Saben ellos que la solución al cuestionario no depende de lo que saben, sino de la suerte. Su aliado es la fórmula infalible y conocida: “De tin marín, de don pin güe, cúcara mácara títere fue, yo no fui fue teté, pégale pégale que ese fue”. Cuando no se sabe la respuesta, lo mejor es acudir al tínmarín, y, dicen los que la aplican, que no les falla. De modo que los futuros bachilleres saben que les irá bien, porque la suerte no los abandona. Eso sí, hay que tener fe, porque ya se sabe que si la fe mueve montañas, con mayor razón ayuda a señalar la respuesta correcta.

Los examinados, además, saben que por ese domingo de trabajo les  darán un día de vagancia, lo cual les alegra la existencia. Y, por si fuera poco, la noche del domingo de las pruebas, algunas discotecas les abren las puertas a los muchachos, a bajo precio, para que celebren el resultado del “mácara títere fue”. O sea que para los jóvenes, que ya se sienten bachilleres,  todo es ganancia. Cero estrés. Cero desvelos. Cero angustias.
   
Estas discotecas salen ganando, de modo que están de acuerdo con el Ministerio de Educación en la implementación de las pruebas del Estado. Las discotecas se llenan, los muchachos tienen su noche de rumba, y los papás vuelven a respirar tranquilos porque ya ha pasado la causa de sufrimientos, el examen Icfes. 
   
Otros que también salen ganando, son las empresas que tratan de preparar a los alumnos para dichas pruebas. Cobran bien caro, les dañan los sábados y no asumen ninguna responsabilidad. Allá, los estudiantes. Ellos verán si ganan o pierden.
   
Cierto día, hace ya varios años, llegó un sabio al Ministerio de Educación Nacional, que impuso las pruebas del Estado. Porque los colegios no saben enseñar. No lo digo yo, lo dice el mismo Ministerio. De nada vale el título de bachiller. Lo que vale es el resultado del “Cúcara mácara títere fue”.

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