Este fin de semana se iniciaron las conversaciones extraordinarias solicitadas por la Delegación del ELN, luego de la crisis en que entró la Mesa, a juicio del ELN, por supuestos o reales incumplimientos por parte del Estado. Todo indica que el problema tiene dos grandes ejes, de una parte los “diálogos regionales” convocados por el gobernador de Nariño con la participación de una fracción del ELN en ese departamento —comuneros del sur—, que al parecer el Comando Central de esa insurgencia no reconoce, y el otro eje, las supuestas o reales alianzas de sectores de las Fuerzas Armadas con facciones de las disidencias o de otros grupos como el Clan del Golfo y que se expresan en enfrentamientos territoriales en Arauca y zonas de la Costa Pacífica.
Todo indica que si las dinámicas de las conversaciones avanzan con buen ritmo, no se entendería que no se puedan encontrar soluciones a los dos ejes y al tiempo seguir avanzando con el diseño y ejecución del punto de participación social.
En relación con el primer eje, la solución vista desde la mirada del analista, puede pasar de manera pragmática, porque el Comando Central del ELN y sus instancias directivas definan si esa estructura la consideran parte de ellos y si no, proceder a comunicarles a los miembros de la misma y al Gobierno que no se trata de una fracción de esa insurgencia y la misma asumirse como una estructura independiente, lo que no es obstáculo para que el Gobierno nacional y departamental continúe con ellos los acercamientos, si lo quieren, pero siendo claro de que se trata de un grupo diferente al ELN y continuando la Mesa de Conversaciones con el diseño de participación de la sociedad.
En el caso del segundo eje, la situación puede ser un poco más compleja y el papel de la comunidad internacional y la Iglesia católica puede ser fundamental, para precisar indicadores de seguimiento tanto al ELN como a la Fuerza Pública, en esos territorios y las formas y procedimientos para cumplir el rol de seguimiento de los compromisos y buscar cómo se logra que la población civil en dichos territorios no sea la afectada, no solo con desplazamientos, confinamientos y lo que sería peor con el incremento de atentados o muertos. Allí será necesario, además, un gran pragmatismo por parte de los dirigentes del ELN y también de los líderes de la delegación del Gobierno, para que ambas partes dejen, por un tiempo, el protagonismo mediático y puedan avanzar en la consolidación de unos niveles de confianza en la Mesa de Conversaciones, sin pretender que lo adecuado sea tratar de propiciar desavenencias en las instancias directivas de la contraparte insurgente, que a lo mejor lo único que lograría sería tensionar al máximo la Mesa de Conversaciones.
Estas son dificultades normales en una Mesa de Conversaciones, especialmente cuando se dialoga con una insurgencia que no se considera a sí misma derrotada y que en esa medida espera mayores resultados de los Acuerdos para cerrar el ciclo violento.