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Contenedores para la memoria
Por eso, resulta oportuno preguntar: ¿Dónde están los contenedores? ¿Qué piensan hacer con ellos?
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Miércoles, 28 de Diciembre de 2022

En febrero de 2019 un grupo de mandatarios de la región se concertaron para sacar a Nicolás Maduro de Venezuela. La estrategia era realizar un concierto que atrajera las miradas de la prensa internacional. Escogieron a Cúcuta como el lugar perfecto para llevar a cabo el evento, lo bautizaron con el bondadoso nombre de “Venezuela Aid Live” y al día siguiente intentaron pasar unos camiones donde se transportaba ayuda humanitaria.

La supuesta ayuda nunca llegó a donde debía llegar, pues se presentaron disturbios en los puentes de Villa del Rosario y El Escobal. Como respuesta, del lado venezolano decidieron atravesar contenedores en los puentes Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander, La Unión y de Tienditas.

Los contenedores que, en otros tiempos, eran utilizados para transportar mercancías entre ambos países, se llenaron de tierra y escombros. La idea era que estuvieran atravesados en los puentes, inamovibles, como obstáculos para la gente que vive aquí y allá.

Vinieron años en los que las personas fueron condenadas a pasar por las trochas y obligadas a contribuir con las mafias que controlan los pasos por el río. Esto generó múltiples casos de desapariciones, violencia sexual, homicidios, trata de personas, desplazamientos y reclutamientos forzados. Muchos de estos casos están destinados a permanecer en la impunidad, pues durante ese tiempo no hubo ningún tipo de cooperación judicial entre las instituciones de ambos países.

Hace unos días se dijo que operarios del Ministerio de Transporte de Venezuela estaban retirando los últimos contenedores del puente de Tienditas. Casi cuatro años duraron en ese lugar como símbolo de la mezquindad con la que Bogotá y Caracas miran de reojo a las poblaciones de la frontera.

Digo que es un símbolo de mezquindad porque a pesar de que los puentes estuvieron cerrados, la frontera siempre estuvo abierta. Abierta para las personas migrantes, para los retornados, para las familias binacionales, para los caminantes, para los estudiantes fronterizos; pero también abierta para los grupos armados que se fortalecieron durante los últimos años.

Por eso, resulta oportuno preguntar: ¿Dónde están los contenedores? ¿Qué piensan hacer con ellos? ¿Los dejaron guardados para próximos “cierres” de frontera?

A mediados de este año visité a un amigo en Múnich y me percaté de un gran bloque de hormigón atravesado en la mitad de un parque. Me explicaba que era una pieza del Muro de Berlín y que hay fragmentos en varias ciudades del mundo como símbolo de memoria. Al pie de ese fragmento había una inscripción en la que decía: “Construido para separar a Alemania. Superado para ganar libertad y unidad”.

Considero que es el momento oportuno para debatir sobre lo que se debe hacer con esos contenedores y sobre el significado que le damos las personas que habitamos la frontera. Ya no son solo un empaque metálico para transportar mercancías, sino que adquirieron una carga simbólica para las personas que durante estos años los veían desde abajo en las trochas atravesados arriba en los puentes.

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