La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
Consideraciones sobre los feos
Pero una cosa sí parece cierta: Hay mujeres bonitas que se enamoran de hombres de presencia horrible. 
Authored by
Lunes, 9 de Abril de 2018

A raíz de la última Semana Santa, leí por internet algo que me dejó sorprendido, incrédulo y con la boca abierta. Decía alguien, tirándoselas de historiador, que había leído de otro historiador, que a su vez había tomado el dato de una historiadora, que Jesús (Jesucristo, el hijo de Dios Padre), el que nació en Belén, se crio en Nazareth y murió en Jerusalén, era un tipo chiquito y feo.

Yo, que soy un hombre de fe (no feo, según decía mi mamá, y a las mamás hay que creerles), me sacudí con semejante infamia. Y no es porque les tenga tirria a los feos, sino porque no creo que el Hijo de Dios, que es la misma e infinita belleza, fuera a ser un turro, cabezón, bizco, rodillijunto y patiapartado. No. El Hijo de Dios tenía que ser un reflejo humano de la belleza divina.

En Semana Santa no me pierdo las películas que cuentan la historia de Jesús: El mártir del Gólgota, Jesús de Nazareth, Camino del calvario, Las tres Marías, El manto sagrado, El nazareno, La pasión de Cristo…, en fin, no me pierdo ninguna de ellas, y jamás he encontrado que el artista que representa a Jesús, sea bizco, boquineto o de narices porrudas.

Al contrario, Jesús debió ser un hombre alto, de contextura atlética, tez bronceada (le gustaba andar por el desierto y en los lagos), pelo rubio, ojiazul (zarco, decían el otro día), todo un papacito, debería decir María Magdalena, oloroso no a sudor, ni a sobaquina, ni a pecueca, sino a fragancias divinas.

No me puedo imaginar (mi imaginación no da para tanto) a un enano clavado en la cruz, gritando Eli, Eli, Lamma lamma sabatani, ni a un Jesús con los ojos tan torcidos, que pareciera que a la vez mirara a Gestas y a Dimas, situados a lado y lado de la cruz.

Y, repito, no es que tenga nada contra los feos, ni los enanos, ni los barrigones. Incluso, debo decirlo sin pudor, tengo varios amigos feos, pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, tal como decían los griegos. Una cosa es que uno sea amigo de aquellos a quienes la naturaleza no dotó de la mejor manera, y otra, muy distinta, que uno tenga que arrodillarse ante un Cristo feo.

Por eso es que tampoco entiendo aquel refrán que, afortunadamente, parece ya pasado de moda, pues no volvió a sonar ni a tronar. Decían los de antes, para consuelo de las mujeres que se enamoraban de un hombre feo: “El hombre es como el oso, mientras más feo, más sabroso”. Yo prefiero el que decían los mamadores de gallo: “El hombre es como el oso, entre más feo, más feo”.   

Pero una cosa sí parece cierta: Hay mujeres bonitas que se enamoran de hombres de presencia horrible.  O mejor: Las mujeres bonitas los prefieren feos. Como en aquella serie de televisión La bella y la bestia. ¿La recuerdan?

Y hablando de hermosas y feos, tengo un amigo calvo, chiquito y barrigón, que se consiguió una mujer bonita, tampoco una reina de belleza, pero sí  atractiva, simpática y alegre. El tipo se la llevó a vivir a la selva, tal vez para evitar que otros le echaran el ojo, porque el hombre, además de feo es celoso. De vez en cuando manda fotos y canciones grabadas, como prueba de supervivencia, lo cual, hay que decirlo, nos alegra a sus amigos, que le deseamos larga y fructífera vida, a pesar de su natural feura. 

Volviendo a Jesús de Nazareth, no les creo ni poquito a tales supuestos historiadores, que tratan de desvirtuar nuestra fe asegurando que Jesús era tan feo, que por eso no pudo conseguir mujer, ni novia, ni amante, ni nada de eso. Falso de toda falsedad. No las tuvo porque no le dio la gana y porque Él mismo lo dijo en el sermón de la montaña: Es mejor solos que mal acompañados. 

Jesús no era feo. Lo desfiguraron, sí, pero a punta de golpes y de latigazos y con la cruz y la corona de espinas. Pero a través de su ensangrentada figura, se le ven sus ojos azules, como el lago de Tiberíades o el cielo cucuteño, cargados de ternura, y su piel trigueña y suave, y su barba, ligeramente desordenada. Como todo un varón elegante. Como todo un Hijo de Dios.

Temas del Día