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Nada muy distante a lo que se enfrentan miles de jóvenes de todos los sexos en la actualidad.
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Viernes, 14 de Agosto de 2020

En la película El Graduado (The Graduate, 1967), uno de los invitados a la fiesta lleva hacia la piscina al homenajeado, quien después de haber sido regurgitado por una universidad muy prestigiosa del este americano, le presta algo de atención. El tipo —socio de su padre y esposo de la célebre Mrs. Robinson— con aire confidente, iluminado, a manera de gran consejo le dice en tono bajo, misterioso y casi profético: “Plásticos, los plásticos tienen un gran futuro”. La película narra hechos de esos años 60 en los que estaban pasando tantas cosas, cuando chicos despistados como Ben (Dustin Hofmann), regresaban a casa, a sus vacaciones de post-grado sin saber qué hacer con sus vidas; y de pronto, ni siquiera llegaban a planteárselo. 

Nada muy distante a lo que se enfrentan miles de jóvenes de todos los sexos en la actualidad. Claro, sí, estudio esto, lo otro, porque si no me preparo qué puedo hacer para encajar en este mundo tan complejo, tan competitivo, tan visual, tan virtual. Es lo que dictan los dictámenes sociales. ¡Ah! conque has nacido. Pues prepárate, antes de que abandones el chupete, el tetero, dejarás tu casa: a la guardería, a socializar, que en este mundo el que no interactúa está jodido. ¡Qué! ¿Ya estás más grandecito? Ponte una bata de cuadritos, así, uniformado, toma tus lápices de color y colorea el mundo, tan lindo el mundo. Y la primaria y la secundaria, como borregos a pastar allí, a pastar allá. ¿Y después? Pues lo que viene después. ¿Es que no hay otra manera?

No hace mucho, en un programa televisivo de concurso (también debemos pasar por allí, se aprende muchísimo) el presentador preguntaba a una concursante lo de siempre. Cómo se llama, de dónde es, qué ha estudiado y para gastar tiempo agregó otro interrogante: “¿y cómo te ves dentro de cinco años?” La chica lo tenía diáfano, ya tenía perfilado su futuro y respondió: “en el paro”; desempleada, sin trabajo o haciendo uno ajeno a su preparación, o peor, ejerciendo su profesión por un sueldo de M. Sí, pongámosle todas las letras. Hay salidas, claro, aunque algunas parezcan abismos. Bueno, podrá decir usted, “no me venga con el cuento de que todo es así, que la gente estudia para nada; sin estudios y preparación y algo de curiosidad el mundo no estuviera lleno de maravillas”.

Toda la razón. Toda la razón. A ver, a ver, maravillas, maravillas. ¡Los plásticos! Desde su invención, o desde los primeros acercamientos al material hace casi dos centurias, el ser humano, sin duda, se ha beneficiado de ellos. Dicen las leyendas de su majestad la web (lugar asequible donde el conocimiento es tan gratis como el desconocimiento) que lo creó un tipo para participar en un concurso y así sustituir al marfil de las bolas de billar. Muy loable la intención. Salvar a los papás de Dumbo, a los descendientes del Coronel Hathi. Y qué me dicen de sus propiedades: los plásticos son baratos, fáciles de moldear, de colorear; son aislantes, impermeables, adictivos (quién no haya comprado, usado, tirado plástico que alce la mano o la bolsa). Esta maravilla, sólo por soltar un dato, es capaz de aniquilar cada año a más cien mil animales en ríos, lagos y mares, y otra cifra superior de aves que no resisten su atractivo.

Ojo señoritos graduandos, señoritas graduandas, si en la fiesta de graduación que tan merecida tienen se les acerca un tipo con un whisky en la mano, escúchenlo, tal vez tenga la llave de su prosperidad. Quizás estén ante la última revelación, a lo mejor les susurre: “bio-armas, armas biológicas, virus, los virus tienen un gran futuro. Y las vacunas, ni se diga…”.

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