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Con el burro enflorado…
Para la Semana Santa nos quedamos con los tiquetes comprados y las reservas hechas en el hotel a donde íbamos.
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Jueves, 30 de Abril de 2020

Ese es un dicho de los arrieros que se usa  cuando alguien está listo para algo y, por cualquier causa, ese algo no se puede hacer. Otros dicen que se quedó con el burro ensillado o enjalmado. Cualquier cosa sirve. Me gusta enflorado porque significa que al burro lo adornan con flores y ramos en las orejas y en la frente y en la cola y en la enjalma. Y si no aparece el o la que lo iba a montar, el pobre se queda lleno de flores, enflorado.

Ya nos ha sucedido varias veces, ahora, por culpa de ese tal por cual virus. Para la Semana Santa nos quedamos con los tiquetes comprados y las reservas hechas en el hotel a donde íbamos. No les digo cuál era nuestro destino para que no se mueran de la envidia.

Los vecinos, en cambio, también se quedaron con el burro enflorado porque habían comprado ropa para estrenar el jueves santo y el domingo de resurrección. Ahí la tienen en el clóset , seguramente para la Navidad, “si es que para ese entonces ya hemos salido de esto”, me dijo negativamente el vecino. Aproveché para echarle una reprimenda, claro que vamos a salir de esa, si hemos superado otras crisis, de ésta también saldremos adelante. “Póngale un poquito  de la que mueve montañas”, le dije finalmente.

En Semana Santa se quedaron muchos otros con el burro en las mismas condiciones: los curas, sin las limosnas del viernes santo, que llenan la canastica. Los que venden ramos, porque ese domingo les iba muy bien, a pesar de estar prohibida su venta. Los dueños de bares, discotecas y restaurantes, que  a todo taco acostumbraban ofrecer la celebración de la Pascua Florida. La lista es larga.

Fui testigo cercano de lo que le pasó a un amigo el día de su matrimonio: la novia no llegó a la iglesia. Se le había arrepentido a última hora. Nos quedamos todos enflorados: con flux elegante y ramo en el ojal, el novio; y nosotros, los invitados, con ropita mandada a lavar y ganas de francachela y comilona a costillas del novio. 

Cuando yo estudiaba en Pamplona, formé parte de un trío de guitarras, y a veces nos volábamos del internado a darles serenatas a las novias de los compañeros. Para el cumpleaños de su novia, nos contrató alguien. Cuando íbamos por la segunda canción salió la mamá, entre abrigos y cobijas, a decirnos que la hija estaba en el club del comercio bailando con el novio. El pobre compañero se quedó con el burro enflorado, sin novia y de ñapa tuvo que pagarnos la media serenata, que se la cobramos entera.

Este año, desde febrero pude ver cómo los integrantes de un sindicato vecino estaban preparando la marcha del Día del trabajo, para mañana, 1 de mayo. Con dos meses de anticipación estaban elaborando pancartas, pendones, cachuchas, letreros, camisetas y capuchas. En esta oportunidad, el desfile  marcaría la diferencia con los años anteriores. Mandarían a timbrar no sé cuántos miles de folletos con las consignas que recitarían a lo largo del recorrido y la ruta que seguirían.

Aquí cabe otro refrán: Una cosa piensa el burro y otra el que lo está enjalmando. Nadie, hace dos meses, se imaginaba que a estas alturas estaríamos encerrados, aculillados por un animalejo que ni siquiera se ve. Se les quedó el burro enflorado, pero Duque y Uribe, los culpables de todos los males que pasan en Colombia, se salvaron de los gritos y de los cacerolazos. ¡Dios es grande! 

gusgomar@hotmail.com

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