Con el perdón de los perros y de los gatos, no encuentro otra manera para referirme a lo que está pasando en la clase política colombiana en estos momentos de campañas electorales. Perdón a los pobres animalitos porque es injusto con ellos semejante comparación.
En efecto, conozco gatas que amamantan perritos y recuerdo que mi abuelo Cleto Ardila tenía una perra de nombre Claridad que amamantaba cuanto gato se apareciese y abrigaba pollitos. Claridad era una perrita querendona, lanosa, pequeñita, que murió de vieja, haciendo el bien a animales ajenos.
De manera que no es tan cierto que los perros y gatos vivan prensados en lucha fratricida, aunque, a decir verdad hay gatos que con solo ver un perro se crecen, encorvan el lomo, se encrespan y empiezan a sacar las uñas. Por su parte, los perros les ladran a los gatos y los persiguen hasta hacerlos encaramar al techo de la casa o a los arboles del jardín.
Lo que está sucediendo por estos tiempos en la fauna salvaje política de Colombia es semejante a lo que debió suceder en el arca de Noé, donde el pobre viejito debió ver las verdes y las maduras, para aplacar tanta pelea y tanta dentellada con que debieron agarrarse aquellos animales, no tan animales como los de ahora. Me imagino al patriarca y a sus hijos Sem, Cam y Jafeth para tener en su raya al león con ganas de devorar a la pobre gacela; al tigre hambriento de Búfalos; los lobos persiguiendo a las ovejas; los peces grandes comiéndose a los peces chicos; Roy Barreras sacándole los trapitos al sol a Vargas Lleras; los sapos comiéndose a las moscas; Benedetti persiguiendo al Centro Democrático y Santos Repartiendo garrote a quienes no se ajustan a sus deseos.
Nunca, que yo recuerde, se había visto esta masacre política entre unos y otros. Cuando los partidos solo eran liberal y conservador, Laureano Gómez le decía unas cuantas verdades a López Pumarejo y Gaitán Vociferaba contra Ospina Pérez, pero de allí no pasaba. El Congreso de la República, era el templo sagrado de la democracia y las discusiones se hacían por lo alto y con nobleza. El Frente Nacional sirvió para apaciguar los ánimos entre liberales y conservadores y empezaron todos a comer del mismo plato sin que ninguno le quitara la porción del otro.
Fue a partir de la constitución del 1991 cuando empezó la proliferación de partidos, partiditos, seudopartidos, y grupúsculos, con el convencimiento de que la senadora que más grite y más ofenda es la que tiene la razón.
Si a Noé le fuera dado llegar a esta arca se sentiría incapaz de controlar esa furia salvaje que ahora nos carcome por culpa de la bendita democracia.
Y eso no es todo. Por lo menos Noé tenía la autoridad moral para poner orden en casa, cierto que alguna vez se pasó de uvas, se empelotó y formó el desorden. Pero en adelante se comportó como debía ser: todo un patriarca.
En cambio ahora no hay patriarcas y el que dice mandar no tiene la autoridad suficiente, ni siquiera para echar a volar la paloma de la paz.
Si a esto le sumamos la corrupción, por lo alto y por lo bajo, hemos de llegar a la conclusión de que nos cargó el Mandingas, nos llevó el que nos trajo y es mejor apague y vámonos.