La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
Como peo de bruja
El virus que nos persigue a los mortales, también persigue a las brujas.
Authored by
Jueves, 29 de Octubre de 2020

A las brujas también les ha ido como a los perros en misa,  con esto de la pandemia. No han podido reunirse en sus aquelarres, no pueden juntarse en manadas, no pueden mostrar su nariz larga y gorobeta, y ni siquiera han podido hacer renovación de sus escobas. Porque para ellas también va lo del aislamiento social, lo del tapabocas y lo de no salir. 

El virus que nos persigue a los mortales, también persigue a las brujas. Por eso ellas les corren. Salen volando con rapidez, como aconsejan los manuales de brujería.  Y a veces las brujas deben evaporarse dejando sólo un olor fétido, de azufre quemado. Si en alguna reunión de mujeres se riega ese olor, se sabe que alguna de las presentes es bruja.

A las brujas de antes, se les tenía un miedo pavoroso. Algunas noches, a la media noche, se escuchaban sobre el techo de ciertas casas, unos graznidos como de aves infernales y decían que eran brujas. A veces eran carcajadas diabólicas. Y otras veces eran ruidos inexplicables como del más allá. Porque los del más acá sí eran ruidos conocidos. Mi mamá sacaba una botella de agua bendita y lanzaba manotadas hacia el techo, mientras rezaba el Magníficat (la magníficat, decía ella). Los graznidos  callaban, y todos sabíamos que había sido por obra y gracia de los rezos de mi mamá. Alguna vez escuché que mi mamá le gritó a voz en cuello a una bruja que pasaba por los aires: “Venga mañana por sal”. Nadie llegó a pedir sal, lo cual dizque  era la manera de conocer quién era la bruja. Porque las brujas necesitan mucha sal para poder elevarse por los aires. Eso decían.

Lo cierto es que esa clase de brujas no existe en las ciudades. Aquí, por ejemplo, llaman brujas a las vecinas que se meten en la vida de los demás, que paran oreja a ver qué escuchan para divulgarlo a los cuatro vientos, que espían tras las cortinas para enterarse de lo que pasa en la vecindad. Eso también dicen.

Sin embargo, yo le hago caso a Astete cuando enseña en su catecismo: “No hay que creer en brujas, pero que las hay, las hay”. Por eso me atrevo a darles ciertos consejos a las que se están iniciando en las ciencias ocultas de la brujería.
 
Ante todo, usted debe tener nervios de acero. Porque eso de volar sobre una escoba no es tan mamey, como parece. Conozco muchachas que al viajar en avión sufren vértigos, mareos, sudoración de manos, escalofríos y hasta desmayos. No sueltan la mano del acompañante a la que le clavan uñas como garras. Ese tipo de mujeres no sirve para bruja.

Usted debe hacer ejercicios de equilibrio para acaballarse y moverse duro y parejo sin miedo a caerse. En las cumbreras de las casas o en los cogollos de los árboles usted deberá acaballarse con frecuencia, y debe estar preparada.

Debe aprender a graznar como chulo, a maullar como gata en celo, a chillar como avestruz y a silbar como guacharaca para los momentos de brujística excitación.

Debe ser puntual a las citas y a las reuniones. Aquello de los trancones y de que el puente no tiene orejas y de que la buseta se demoró, no valen para las brujas. Para eso vuelan.

Y no olvidar que estamos en pandemia. Que el tal virus no respeta ni brujas ni duendes. Y saber que si la vaina está fea, lo mejor es salir corriendo como peo de bruja. En la página 13 del manual, usted encontrará lo que eso significa.
 
gusgomar@hotmail.com

Temas del Día