Hay muchas diferencias. Resalto cuatro muy importantes: una, Colombia tiene una institucionalidad mucho más fuerte. Tenemos, dos, una tradición democrática más vieja y más sólida. En Venezuela han sido usuales las dictaduras; entre nosotros, la excepción. Tres, Venezuela ha dependido del petróleo desde principios del siglo XX. Nosotros tenemos una economía mucho más diversificada. Por último, nuestras Fuerzas Militares son mucho más profesionales e institucionales.
Sería un error, sin embargo, asumir que esas diferencias, que favorecen la estabilidad democrática en nuestro país, aseguran que siempre estará a salvo. Lo ocurrido con los vecinos nos enseña algunas lecciones.
La primera, que la izquierda andina asume las elecciones como un instrumento para llegar al poder y no soltarlo después. Socavan la democracia desde adentro. Petro ha dado muestras inequívocas de querer quedarse más allá del 2026.
La búsqueda de un cambio constitucional es la segunda. Chávez hizo una constituyente a su medida para conseguir la constitución que quería. Petro lo ha buscado de muy distintas maneras. Nosotros tenemos que defender a muerte la Constitución del 91.
La ocupación y subordinación de las distintas ramas del poder público es la tercera. En Venezuela, el chavismo controla el tribunal supremo de justicia y la asamblea legislativa. Acá la tarea de subordinación del Congreso se ha intentado sobornando los parlamentarios. La Procuradora termina su período el 15 de enero del 2025. A la Fiscal no podemos cejar en exigirle que cumpla su tarea y no proteja a los familiares de Petro y a los altos funcionarios de su gobierno. Lo más importante, sin embargo, es asegurar la independencia de la Corte Constitucional. Y hay que escoger con sumo cuidado los candidatos que corresponden al Consejo de Estado y la Suprema. Deben ser ternas donde todos los nombres puedan ser elegidos y den garantías. La Constitucional es el gran bastión de defensa.
El sistema electoral, cuarto, ha sido clave para el régimen chavista. Acá hay que evitar el control del CNE por parte del petrismo y asegurar que la Registraduría haga su tarea de manera transparente. La oposición, además, debe aprender de la formidable tarea que hicieron María Corina Machado y Edmundo González en el seguimiento y la defensa de los resultados. Testigos electorales, pruebas con imágenes de la votación, de las actas de escrutinio y de los formularios, protección de las urnas triclaves, consolidación digital, copia en la nube.
La izquierda, quinto, se protege internacionalmente. La posición de Lula, AMLO y Petro, al menos hasta el momento, ha sido cómplice del chavismo. De la OEA no se puede esperar nada. Y el departamento de Estado gringo es la prueba de que al perro, si es del gobierno Biden, sí lo capan dos veces. La oposición colombiana tiene que ser capaz de articular una estrategia internacional eficaz.
La unidad, sexto, es vital. Los demócratas necesitamos estar unidos para defender la Carta del 91, para hacerle oposición eficaz a Petro, para exigirle a la Fiscalía y a la Comisión de Acusaciones que cumplan con su deber, para evitar que los congresistas se vendan al gobierno, para proteger el sistema electoral y a la Corte Constitucional de la embestida gubernamental. Y hay que buscar unas reglas de juego que permitan contar con un candidato único que asegure entrar a la segunda vuelta y evitar el escenario de Claudia López contra el candidato más petrista.
Finalmente, ningún golpe, o autogolpe, es exitoso y ningún dictador se mantiene en el poder, sin apoyo militar. Nada es más importante que asegurar que las Fuerzas Militares sigan siendo demócratas e institucionales. Que no olviden que dentro de su “finalidad primordial [está] la defensa del orden constitucional”.
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