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Ciudad y libros...la Panamericana
Una ciudad sin señalizaciones de tránsito, sin cebras, sin semáforos, sin ciclovías, vive en caos.
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Viernes, 13 de Noviembre de 2015

Las ciudades tienen características que hablan de su cultura y voy a citar tres temas (tal vez cuatro): uno, el tránsito peatonal y vehicular; dos, los museos y tres, las librerías y las bibliotecas.

Una ciudad sin señalizaciones de tránsito, sin líneas blancas y amarillas visibles en las calles, sin cebras, sin semáforos, sin ciclovías, vive en caos. Los museos son importantes porque son como un bonsái de la historia de la ciudad, sus antepasados, las gestas importantes en el proceso de desarrollo, el arte vernáculo, de hecho los museos son un atractivo turístico en cualquier parte del mundo.

Cartagena aparte de playa, brisa y mar, dice mucho con su Palacio de la Inquisición, o Bogotá con el Museo Nacional o el Museo del Oro, o Pamplona con el museo de arte religioso, o Medellín con el Museo de Botero.

Sobre las librerías y las bibliotecas en estos días leí una entrevista al periodista y pintor Mauricio Gómez, el hijo del Álvaro Gómez y decía que durante su autoexilio en París a lo largo de 16 años, las librerías le fueron fundamentales y es que para muchos de nosotros, los de la generación del papel, uno de los placeres inefables es entrar a una librería, oler, hojear, ojear. Sin reloj.

Es un deleite cada vez más en desuso en la generación del screen. Incluso es un placer ser testigo de que aún existan buenas librerías como la Lerner o la Nacional y que durarán aún por un buen tiempo. Y otro placer ya lejano, por aquello de las ocupaciones, es leer en las bibliotecas, el encanto del silencio y la posibilidad de concentración, una manera de detener el tiempo.

En Cúcuta la Panamericana tiene una reducida pero buena selección de libros y resulta agradable ver que la gente se sienta en una amplia mesa a leer y hojear libros, pero el servicio debería mejorar pues aunque el mercantilismo sin escrúpulos impregna hoy todo en la sociedad, debería ser menos drástico frente a lo cultural. Hace unas semanas adquirimos unas buenas películas del llamado cine arte y al intentar ver una de ellas, cualquier día, como un paréntesis en medio de la cotidianidad, empezamos a ver el inicio y el desarrollo de una excelente película turca alemana sobre el tema del machismo turco y el desarraigo cultural.

Estuvimos absortos y en la mitad del drama el cd se detuvo y no avanzó más. Frustración. Al intentar reclamar días después a un empleado, con el ánimo de reemplazar la película para ver su conclusión, primero hubo que esperar a otra empleada, la “encargada”, pero esta que no creyó en la buena fe del reclamo trató de identificar el daño en un televisor y como no le resultó fácil ir al punto específico del daño le señalé que no tenía tiempo, sugiriéndole que por favor  creyera en el reclamo y que el fin era poder ver la película. Iban 20 minutos.

Cuando decidió creerme, sin poder constatar el daño, me dijo que escogiera otra película porque no había la misma. Escogí otra película y una tercera empleada, después de casi cuarenta minutos en el almacén, me dijo que no podía hacer el cambio porque el código de barras no aparecía registrado.

Así como es deseable un buen servicio público en materia de tránsito, bibliotecas y museos, es importante el buen servicio privado. En otros países en una circunstancia similar, en cinco minutos un solo empleado hubiera solucionado favorablemente el drama. Sería una cuarta característica de las ciudades amables: la buena atención a los usuarios.

 

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