Ahora que estamos con el café a ochenta, son muchas las celebraciones que se nos han abanado. Abanado, para quien no es de pueblo o no ha echado pólvora, es el volador o el mortero que no totea, o que se apaga antes de emprender vuelo. Es un término de los bajos mundos de las polvorerías de pueblo.
Antes de seguir adelante, permítaseme hacer un elogio de la pólvora humilde, la que sólo totea, la que no ilumina los cielos con luces y figuras, la que no produce espectáculos maravillosos. La que se habana. Me gustan los voladores, me gustan los morteros, me gustan las bengalas, me gustan los volcanes y las vacas de candela. Por eso, entre otras cosas, me gustan las fiestas navideñas en Las Mercedes.
Sigo hablando de las celebraciones que se nos han habanado por culpa de la cuarentena. Sé de cumpleañeras que debieron aplazar sus fiestas y se quedaron con ganas de regalos y de rumba. A las quinceañeras de estos meses se les quedó el vestido comprado, la música ensayada y el club apartado. El burro enflorado, como dije otro día. Hace poco me llamó un amigo, al borde del llanto, para decirme que la celebración de sus sesenta años los pasaría en aislamiento. Lo consolé a la distancia, pero el amigo no pudo disimular sus lloros. Donde hubiéramos estado cerca, el amigo se pega su berreada en mi hombro. ¡Y cómo me hubiera puesto la camisa!
Es una lástima perder ciertas celebraciones por la pandemia que nos está acosando, pero así es la vida. Una de las celebraciones que lamenté perdérmela fue los catorce años de la Fundación cultural El cinco a las cinco. Se trata de una entidad cultural que fundó Patro (5 letras), es decir Patrocinio (5 sílabas), con 5 amigos, el día 5 del mes 5, hace 14 años. Se reunieron los 5 a tomar tinto, pero no tenían ni 5, y resultaron hablando de nuestra cultura, que andaba muy pordebajeada, como quien dice no valía ni 5.
hacer reuniones el 5 de cada mes a las 5 de la tarde, donde la gente pudiera asistir sin tener que pagar ni 5. A la hora de buscar un nombre para esta empresa, no tuvieron que esforzarse mucho, porque la afluencia de cincos era tal, que el nombre les quedó de papayita: El 5 a las 5. Antier, precisamente (el 5 del mes 5) estaban de cumpleaños: 14 velitas. Y donde no sea por este condenillo virus chino, hubiéramos hecho un parrandón del carajo, con unas 5 cajas de vino, unas 5 mesas de queso y unos 5 centenares de invitados.
La cosa merecía y merece la fiesta. Porque entidades culturales como El 5 a las 5, con un nombre tan poco comercial, era lo que Cúcuta y el departamento estaban necesitando.
Yo no sé Patrocinio Ararat Díaz de qué santo será devoto, pero debe tener su buen amigo en las altas esferas pues todo le sale excelente. Lo que programa, le cuaja. Lo que proyecta, le sale. Lo que piensa, le resulta. Lo que organiza, le fructifica. Lo que pasa también es que el hombre es muy pilo. Vive echándole cacumen a una cantidad de proyectos. Nunca se está quieto. Su mente es una ruleta dando vueltas y vueltas a ver qué se inventa: conferencias, diplomados, conciertos, cursos, reuniones, etcétera y etcétera. Su familia dice que se levanta de madrugada a dar vueltas por la casa, con la pensadera alborotada. Tiene otra ventaja: Anda muy bien rodeado. Los amigos, inquietos como él en las lides culturales, lo rodean, le ayudan, le soplan lo que se le olvida, le llevan y le traen, y entre todos hacen un equipo como pocos.
Organizaron, pues, el Cinco a las cinco, y después se pasaron por la faja sus propios estatutos: Ya no son sólo 5, sino pasan de 200 los afiliados. Ya no nos reúnen necesariamente el 5 a las 5, sino el día que pueden y a la hora que sea. Ya no es mensual, sino semanal. Lo único que se mantiene vigente, a Dios gracias, es que no cobran ni 5.
Lo malo de esta pandemia es que nos quedamos sin El cinco a las cinco. Pero cuando esto pase, que pronto pasará, volveremos a la juerga, con más ganas y con más verraquera. Porque así es Patrocinio. Además nos debe la celebración.
gusgomar@hotmail.com