¿Qué interés tienen algunos parlamentarios en que no se conozca le verdad de lo ocurrido en el país en los últimos años? ¿Hay algo que los colombianos no debemos saber? ¿Hay partes de la historia que deben seguir en el misterio para que no conozcamos lo ocurrido desde 1949?

La posibilidad de que haya hechos que no es bueno conocer y que, como el misterio de la santísima trinidad, deben continuar en la penumbra se desprende del interés que tienen algunos congresistas, bastante oscuros por cierto, en tratar de tapar detalles ocultos en las páginas de la historia, según actitud que se vio durante el debate sobre la famosa JEP, la justicia especial para la paz, en el Congreso.

Ha llamado la atención que se le hayan tirado piedras al proyecto que busca develar lo ocurrido en Colombia desde el fatídico día en que entramos en época de dictaduras de derecha que sólo tenían el propósito de eternizarse en el poder. ¿Por qué ese interés? No es claro el plan de los enemigos de que se conozca una verdad que muchos seguimos deseando. 

Como aquí somos repetición de la repetidera, recordé la época en que la oposición, virulenta como la de ahora, acusaba el gobierno liberal de estar tratando de ocultar la verdad. Título famoso en el diario laureanista repetía sin cesar la acusación de que el gobierno estaba dedicado a esconder sus pecados. Y titulaba a ocho columnas que la consigna era: “Tapen, tapen’’. Eran las épocas del asesinato de Mamatoco, crimen del que querían acusar a familiar del mandatario de turno y que casi produce golpe de estado. Algo parecido a las acusaciones de que Juan Manuel Santos es comunista, que es como acusar de mahometano al Papa. 

Los comentaristas señalaron que no es claro el objetivo de los opositores a la famosa JEP, que salió en el Congreso más peluqueada que recluta recién agarrado. Se le quitaron detalles y se le agregaron otros. Todo con el objetivo, creo yo, de que no se sepa la realidad. Que no hemos conocido totalmente hasta hace poco tiempo. Ahora, gracias a historiadores serios, hemos sabido el papel de personajes como José María Carbonell y Antonio Nariño, perseguidos por sus enemigos enfermos de envidia.

A veces, como ocurrió en Alemania, es necesario un revolcón total que saque a la luz la historia, muchas veces vergonzosa, que muestre la responsabilidad de los culpables de la pesadilla. Eso espero.