Del burro dicen que es el animal más noble. Trabajador, incansable, humilde. No es vanidoso como el caballo pero también galopa como el viento y trabaja como un mulo. Por algo Jesús lo escogió para hacer su entrada triunfal a Jerusalén aquel primer domingo de Ramos. Hubiera podido entrar en fino carruaje, tirado por caballos de cola levantada y enjaezados al estilo romano. Pero no. Jesús quiso darnos ejemplo de humildad, y escogió al burro. Y antes, José, el carpintero de Nazareth, llevó en su burrita a María, su linda esposa, a tiro de dar a luz, al empadronamiento en Belén de Judá. Tampoco buscó caballos ni carruajes.
La literatura tiene fascinantes historias y leyendas de burros. ¿Se acuerdan de Platero y yo? La vida diaria nos da ejemplos de la humildad y nobleza de los asnos. En Las Mercedes hubo burros famosos. Uno indicaba el medio día a punta de ventoseos. Otro anunciaba lluvias veraniegas con rebuznos intermitentes. Y todos con la cabeza gacha le servían de cabalgadura y de bestia de carga a la gente pobre.
Todo excelente, a la hora de hablar de los burros. Pero nunca había escuchado que los burritos sirvieran también en la medicina, aunque mi nona decía que tomar leche de burra servía para curar la fiebre amarilla.
Pero el cuento de ahora es otro. Dizque inventaron los japoneses una técnica llamada asnoterapia para combatir el estrés, sobre todo del personal de la salud, ahora en tiempos de pandemia. Se dieron cuenta los ojirasgados que médicos y enfermeras estaban cayendo en una situación de estrés agudo, de angustia, de frustración, porque la pelona les arrebataba la vida de los contagiados. Por el cansancio. Por la impotencia. Por el temor al contagio. Los médicos se estaban enfermando. Y como los médicos también se mueren, la cosa se estaba agravando. Alguien montó entonces una granja de burros para llevar allá médicos y enfermeras que se contagiaran no del virus sino de la paz de los jumentos, de su alegría, de sus juegos, de su tranquila manera de vivir. Y así fue. Médico y enfermera que acudía a la asnoterapia, eran enfermera y médico que regresaban como nuevos a seguir salvando vidas.
La técnica llegó a España y allí también dizque ha dado resultados. La cosa es mamey. El profesional juega con el animal, lo monta, camina a su lado, comparten horarios, corren juntos, se tiran al pasto, el médico trata de rebuznar y el burro trata de formular. Intercambio cariñoso de emociones. Y parece que está dando resultados.
No sé si la burroterapia ya se está implementando en Colombia. Ojalá. Pero no sólo con los trabajadores de la salud. Es cierto, y debemos estar agradecidos con médicos, jefes, enfermeras, técnicos, camilleros, administrativos y demás trabajadores de hospitales, clínicas, puestos de salud, es cierto que ellos le han puesto el hombro a la pandemia, le han metido el pecho a la crisis, se le han enfrentado al virus que vino dispuesto a acabar con nosotros. Y de no ser por el personal médico y paramédico la situación estaría color de hormiga. Gracias a ellos. Y debemos ayudarlos. Cuidándonos, pero también procurando que no se enfermen, que no se estresen y que no caigan en las garras de ese desdichado virus. Y si la manera es conseguirles burritos para la asnoterapia, pues que el gobierno les consiga burritos para su tratamiento.
Pero no sólo ellos. Toda la gente debía acudir a donde haya burros y burras. A la Costa. A curar su estrés, su angustia, su miedo. ¡A aprender de los burros, que se mueren de viejos. ¡Carajo!
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