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Bolívar y el hombre de la bicicleta
Su afán era ver a la Nueva Granada libre del poderío español, y a su patria Venezuela.
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Martes, 27 de Febrero de 2018

Mañana, 28 de febrero, la cademia de Historia de Norte de Santander estará conmemorando 205 años de la Batalla de Cúcuta. Por cierto, sucedió un domingo. El joven coronel Simón Bolívar había llegado, el día anterior, tirando pata desde Ocaña, a donde había ido a parar después de la campaña del Bajo Magdalena, de donde sacó corriendo a cuanto  realista encontraba, a lado y lado del río.

Pero la Academia también mañana le rinde homenaje a otro gran hombre, ese sí, vivito y coleando, y con mucha vida por delante, que un día llegó a la Academia en una vieja bicicleta, que aún hoy conserva y en la que sigue llegando. Se llama Timoteo Ánderson, descendiente de gringos, que habla enredado, pero con una sapiencia que muchos le envidiamos.

Bolívar sabía echar tiros, sabía mandar y sabía dispersar al enemigo. Su afán era ver a la Nueva Granada libre del poderío español, y a su patria Venezuela.

Timoteo lo que sabe es estudiar y compartir sus conocimientos con la gente de su alrededor, ya sea con la gente de la Academia, ya con los de su iglesia, dando ejemplo, dictando conferencias, escribiendo, enseñando, contagiando su alegría y mostrando su don de gentes.

A Bolívar le llegaron con el cuento, que no era cuento, de que Cúcuta estaba en manos del ejército realista, que comandaba Ramón Correa. De modo que ordenó a sus soldados calzarse las alpargatas, los que tenían, ponerse su vieja y deshilachada ropa de combate, y prepararse porque partían a seguir combatiendo. Se despidió de las Ibáñez, que tan bien lo habían tratado, y al frente de sus tropas emprendió la marcha hacia Cúcuta.

Timoteo se enteró de que en Cúcuta existía una Academia y allí llegó, con un cartapacio de libros, con manuscritos suyos y con deseos de ingresar a ella. Y así fue. Entró, con la modestia que siempre lo acompaña, sin darse ínfulas, sin aspavientos, sonriente y estudioso. Así lo conocimos, y así sigue siendo: buen amigo, respetuoso, amable, cordial y callado, como si quisiera ocultar ese inmenso bagaje de sabiduría que lleva por dentro.

Bolívar y su gente llegaron el día anterior a San Cayetano, donde acamparon y en la madrugada del domingo, sin hacer bulla, sin decir ni pío, y sin prender ninguna luz, se instalaron en una de las colinas desde donde se domina la ciudad, de manera que cuando amaneció, Correa vio la loma llena de patriotas. Corrió, se enfrentaron los dos ejércitos, pero al poco tiempo de batalla, los españoles salieron corriendo. Las bajas y los capturados fueron pocos, pero Cúcuta quedó libre y a Bolívar se le abrieron los caminos para liberar a Venezuela, en lo que se llamó Campaña Admirable.

Timoteo, su batalla es con los libros. Se nutre de ellos, los raya, los señala y los comparte. Pues bien, mañana, el miembro correspondiente Timoteo  Anderson asciende a miembro de número de la Academia. Uno de los ascensos más merecidos que se han hecho en la institución. El acto se cumplirá, a las diez de la mañana, en uno de los salones de la Biblioteca Julio Pérez Ferrero.

El homenaje a Simón Bolívar, organizado por la Alcaldía de Cúcuta y su Secretaría de Cultura, con participación de la Academia, se inicia a las cuatro de la tarde, en el parque de  Santander con un desfile cívico-militar, que irá hasta el monumento de la Loma de Bolívar, donde dicen que fue la batalla. De manera que estamos invitados a los dos actos, para celebrar con tambores, platillos y discursos, este 28 de febrero. ¡Allá nos vemos, en la dupleta!

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