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Bienvenido, noviembre
Pues bien, llegó noviembre, mes de las ánimas y de las lluvias y de los llorones.
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Jueves, 2 de Noviembre de 2023

Sin darnos cuenta se nos va acabando el año. Se nos viene diciembre con villancicos y anuncios decembrinos, mientras nosotros andamos enredados contando votos y formando camorras.

Afortunadamente ya pasó esa parafernalia de elecciones, las brujas ya se quitaron el capirote y colgaron sus escobas y los niños ya dejaron su pedidera de dulces, que los dejó con diarrrea y maleza de estómago, como decía mi nona Lucía Esparza, a quien Dios tenga a su derecha. Siempre a la derecha.

Pues bien, llegó noviembre, mes de las ánimas y de las lluvias y de los llorones. Es lo que aseguran los que saben de eso. Yo, por ejemplo, soy llorón desde chiquito y mi mamá me justificaba diciendo: “Es que nació en noviembre. Pobrecito. Yo quería que hubiera nacido en diciembre con el niño Dios, pero se me adelantó el vergajito”.

Esto de ser blandengue con los lloros, tiene sus ventajas y desventajas. Una vez hubo revuelo en la escuela porque descubrieron que yo le había mandado una carta de amor a la niña más bonita de la escuela de niñas. Se la encontraron debajo de la almohada, la llevaron a la escuela y llamaron a mi mamá. Ella me llevó a la casa para darme una fuetera, pero al verme llorando a moco tendido, me abrazó y lloró conmigo. Las lágrimas me salvaron del rejo.

En cambio otra vez la maestra me dio con una férula en la mano. Y no lloré. “¿Ah, muy guapo el caballero?” me dijo. Y me dio en la otra mano. Tampoco lloré. Me acordé de mi mamá que me decía: “No llore delante de la gente. Las lágrimas son para uno solo”. Y mi abuelo Cleto Ardila me decía: “No llore, no sea maricón. Las que lloran son las mujeres”. La maestra se cansó de pegarme, pero no lloré. En la casa, mi mamá volvió a llorar conmigo, mientras me ponía pañitos de agua con vinagre en las manos. Y todo por no saber las tablas de multiplicar.

Ser nacido en noviembre tiene sus ventajas. “Uy, usted es escorpión, venenoso”, me decían las muchachas en mis años mozos, y se alejaban. Algunas regresaban en busca del veneno. Y de los versos que yo les hacía.

Noviembre era el mes de las lluvias. Digo era porque ahora con eso del cambio climático, uno no sabe lo que irá a suceder. El almanaque Brístol ya no acierta en sus predicciones, y los meteorólogos dicen tarde lluviosa y sale un sol que echa chispas. O al revés, dicen día asoleado y se suelta un aguacero con rayos y centellas.

Los campesinos esperaban con ansias la llegada de noviembre, por las lluvias, después de los veranos de octubre y de septiembre. Pero ahora no saben a qué atenerse. Amanece nublado y lloviznoso, y al medio día sale un sol resplandeciente. Todo el mundo queda loco. A los vendedores de paraguas sí les va bien. Porque ahora los anuncian para el sol y para la lluvia.

Noviembre es también el mes de las ánimas. Y los que cuentan cuentos cuentan que en los cementerios se ven luces y se oyen quejidos lastimeros. Cierta vez en Las Mercedes empezaron a sentirse, noche de por medio, algunos quejidos como de ultratumba, detrás de la bóveda grande. Algunos patos -ya muchachones- nos fuimos con camándulas y cruces y agua bendita en busca de tales espíritus. Eran espíritus cobardes porque nos escucharon y salieron corriendo en forma de hombre y de mujer. Detrás de la bóveda encontramos algunas prendas íntimas de vestir, de las que usamos los humanos.


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