Comentamos en la reciente sesión solemne de academias reunidas el pasado viernes en Cúcuta - Academia colombiana de historia de la ingeniería y de las obras públicas, la Sociedad santanderista de Colombia y la Academia de Historia de Norte de Santander -, sobre la necesidad de insistir en los aspectos atinentes a nuestra historia patria para suplir la ausencia de la materia en el plan de estudios de primaria y enseñanza media.
Además, haciendo cuentas básicas recordamos que las cuatro primeras décadas del presente siglo son las consagradas a celebrar los bicentenarios relativos a los hechos previos a la Independencia, el grito de independencia y sus consecuencias, las batallas decisivas -Gámeza, Pantano de Vargas y Boyacá-, la organización de la República -Congreso de Villa del Rosario de 1821- y la organización de la denominada Gran Colombia. Todo lo hemos cumplido a cabalidad y milimétricamente. Algunas fechas se celebraron y otras se conmemoraron por orden estatutaria, y otras porque sentimos que era un deber ineludible.
¿Qué bicentenarios nos quedan pendientes en lo que resta de la presente década y la siguiente para celebrar, conmemorar, estudiar y debatir sin apasionamiento ni regionalismo, sino académicamente?, Así lo han entendido los cucuteños Jaime Buenahora Febres-Cordero, autor de “El proceso constituyente de 1991”, que contiene un capítulo recomendable sobre la Convención de Ocaña; y Enrique Vargas Ramírez, con el libro “Memoria de la Gran Convención Vivencias de la relación Bolívar-Santander (Teatro)”.
Bicentenarios en los que aparece como protagonista, en muchos casos, nuestro paisano egregio el general Santander. Entonces tenemos pendiente: la Convención de Ocaña, de 1828; el Decreto Orgánico de Bolívar, de 1828; la Noche Septembrina, de 1828; el proceso de desintegración de la Gran Colombia; la muerte del Libertador, diciembre 17 de 1830; la Constitución de 1832, la de la República de la Nueva Granada, porque tras la firma de esta Carta, le fue ofrecida a Santander la presidencia de la república de forma interina; y la muerte del general Francisco de Paula Santander el 6 de mayo de 1840.
Con la muerte del general Francisco de Paula Santander, prácticamente, damos por terminada una época de ilusiones republicanas y pasiones políticas. Y empezamos otra era, muy trágica, que abarcó todo el siglo XIX, instalando en la patria desolación y penuria, la era de las guerras civiles, empezando con la denominada “Guerra de los Conventos o Guerra de los Supremos”, la primera guerra civil que estalló en la Colombia independiente, ocurrida de junio 30 de 1839 a enero 29 de 1842.
El general Santander alcanzó a ver esta transición entre la época que él vivió como protagonista de hechos memorables y el nuevo momento político que vivía la nación y sus nuevos actores, que él conocía muy bien, si tenemos en cuenta que esta primera guerra intestina inició en junio de 1839, cerca de un año antes de su deceso. Entre esos nuevos actores o generación de relevo en la política colombiana encontramos a José María Obando, Pedro Alcántara Herrán, Tomás Cipriano de Mosquera y al mismo presidente José Ignacio de Márquez.
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