“Las epidemias no son devotas del sistema Decimal”. J.L. Borges.
Le preguntaron al historiador Jorge Orlando Melo si podría ser cierta la teoría que las pandemias eran cíclicas y se daban cada cierto tiempo, y al negarlo respondió con la frase de Jorge Luis Borges: “ellas no son devotas del sistema decimal”.
Borges la había espetado a una pregunta impertinente sobre la muerte de su madre. Ciertamente como dice algún expresidente colombiano, no existe esa suposición cíclica, ni siquiera como ficción de terror.
Y de epidemias sí que saben los argentinos. Las de fiebre amarilla padecidas desde 1866 a 1870 diez mil muertos. La de 1871 que les dejó 14.500, cuya mayoría porteña eran inmigrantes pobres de ascendencia italiana, española, francesa y alemana.
La población porteña se redujo a la tercera parte. Peste norteña traída desde el Brasil por los soldados argentinos y uruguayos engavillados contra Paraguay de regreso de la guerra de la triple Alianza.
Otra guerrita suramericana estúpida e injusta, suscitada por la envidia al desarrollo económico y político muy acelerado del Paraguay y el intervencionismo externo aliado de la mediocridad política de una clase corrupta paraguaya.
“Peste castigo” llamó el poeta a esa fiebre amarilla, castigo a la última batalla o masacre de Campo Grande en la cual los 20.000 hombres de la triple gavilla derrotaron a los 500 veteranos y a los 3500 niños pasados a cuchillo, que integraban el ejército paraguayo ya resteado.
Colombia fue el único país solidario con Paraguay y le envió ayuda humanitaria, médicos y asistentes sanitarios, alimentos, medicamentos, a un país que perdió el 90 por ciento de sus varones, cuando los demás países sudamericanos ignoraron la masacre.
Desde entonces ante la indiferencia suramericana que pretendía tolerar la desaparición de Paraguay como Estado; Colombia en la Presidencia de Eustorgio Salgar y Jorge Isaacs presidente del congreso; con la ley 78 de 1870 proclamó ante el mundo que si por efecto de esa guerra Paraguay desapareciera como nación, ningún paraguayo sería paria en américa y con el solo hecho de pisar tierra colombiana gozaría de su nacionalidad con todos los derechos y todos los privilegios de los nacionales colombianos.
Pero volviendo al caso de la pandemia argentina de 1871, se agravó por la discrepancia del Presidente de la República Faustino Sarmiento, del Gobernador de Buenos Aires Emilio Castro y el Alcalde Municipal Narciso Martínez. Cualquier parecido con el manejo actual del coronavirus 19, aquí en Colombia, es una simple coincidencia.
No sobra agregar que el hilo se rompió por lo más delgado: la pobrería de Buenos Aires, integrada por la mitad de su población de 88.00 extranjeros. De los cuales 45.000 eran italianos, unos 15.000 españoles, 500 ingleses, unos 2.000 franceses y el resto alemanes que no hablaban español. Atendidos por solo 160 médicos que tenía la ciudad.
Sí, los argentinos sí saben de epidemias.