Desde temprano estaba haciendo un sol del carajo. El cielo era azul y algún gallinazo despistado daba vueltas alrededor de la ciudad. En realidad, era un pueblo grande, con ínfulas de ser ciudad. El río bajaba tranquilo y los pancheros de San Luis, desde la madrugada, habían echado sus canoas al agua en busca de la pesca y del sustento diario.
Por el camino de San Cayetano, los arrieros detuvieron sus mulas porque alguien les comentó que un tal coronel Bolívar había acampado con sus tropas por allí, y desde temprano habían partido hacia Cúcuta, en busca de camorra, y de seguro habría furrusca.
El tal coronel Bolívar venía marchando desde Ocaña. Por los caminos se le iban sumando algunos voluntarios y desde Pamplona había recibido algunos refuerzos.
La gente no sabía muy bien qué era lo que buscaban Bolívar y sus muchachos, pero hablaban de independencia y para eso había que derrotar a los ejércitos del rey, que mangoneaban en la ciudad. La verdad sea dicha, en Cúcuta habitaban muchos españoles que apoyaban a su lejano rey y a su cercana tropa. Pero también, en secreto, y comunicándose en voz baja había muchos criollos, que estaban en contra del domino español. Por eso cuando estos supieron que Bolívar avanzaba hacia Cúcuta, se dispusieron a brindarle su ayuda.
Por su parte, las fuerzas realistas, al mando de Ramón Correa, dominaban la ciudad, sin temor alguno, pues se sentían seguros en un territorio que consideraban suyo.
Aquel 28 de febrero en Cúcuta estaban de fiestas. De carnavales, dicen. De modo que los soldados de Correa estarían trasnochados y enguayabados. Y de ñapa era un domingo, como para dormir hasta tarde. Por eso cuando les llegó la noticia de que en la loma había ejércitos enemigos, a las carreras debieron formar y empezar la subida a la colina cercana, donde ya se divisaban los colores de la bandera independentista y las tropas en disposición de combate. Como quien dice, Bolívar les madrugó y cogió a Correa con los calzones abajo.
Bolívar, en cambio, que en Ocaña había sido bien atendido, bien querido y bien nutrido con arepa ocañera, de pellejo y asada en brasas, venía en plenitud de sus facultades bélicas y sabía cómo y por dónde atacar. Cuando Correa y su tropa llegaron a la loma, fueron recibidos a fuego, bayoneta y machete.
Unos pocos heridos y pocos muertos dejó el enfrentamiento. Los realistas salieron buenos para correr y Bolívar pudo adueñarse de la ciudad. Días más tarde, inició hacia Venezuela la campaña, que la historia llamó Campaña admirable, en busca de liberar a Venezuela, como era el sueño del Libertador.
Por todo eso, y por lo que la historia cuenta y lo que no cuenta, estos días estamos de fiesta cívica. Hoy, a las cuatro de la tarde, será el desfile cívico militar desde el parque Santander hasta la Loma de Bolívar, con participación de todas las fuerzas vivas de la ciudad (las muertas, por razones obvias, no pueden asistir). La Alcaldía de San José de Cúcuta, la Secretaría de Cultura municipal y la Academia de Historia de Norte de Santander están invitando. De nada.