Cumplió sesenta años, en enero de este año, o sea que ya empieza a ser un adulto mayor. Pero quien lo oye, se da cuenta que no ha perdido el vigor y el entusiasmo y la alegría de la gente joven. Cumplió sesenta años y no se las da. Sigue tan campante como aquella tarde de arreboles y de aguardientes en que nació en Villa del Rosario. Pero el nombre sí se lo cambió. Como un amigo mío, llamado Luis Sandalio, que resolvió cambiarse el nombre y decidió llamarse Sandalio Esteban.
Nuestro personaje empezó llamándose Ecos de Colombia, después se llamó Aires de mi tierra y finalmente tomó el nombre de Alma de Colombia, con el que vive y con el que ha cosechado gran cantidad de éxitos.
Hablo de una agrupación musical, de aires colombianos, que nació de pura chiripa. Nada ni nadie presagiaba que aquel enero villarrosarense iría a ser testigo de semejante alumbramiento.
La historia es como sigue, según cuentan los biógrafos de Alma de Colombia. Estaba estrenándose como locutor de la emisora La Voz de la Gran Colombia, el joven recién llegado Ramón Rodríguez Gómez, guitarrista y serenatero. Paseaba esa tarde por una de las calles de la población, recibiendo la frescura que venía del Pamplonita, cuando escuchó un tiple y una guitarra en la casa de Alejandro Contreras.
Sabido es que los músicos donde escuchan el sonar de algún instrumento musical, allá llegan, atraídos por las notas, las negras y las corcheas, las fusas y las semifusas, y sobre todo por los posibles aguardientes que abundan donde hay músicos.
Más se demoró Ramón Rodríguez en escuchar el rasgar de tiples y guitarras, que en estar adentro. Allí tocaban bambucos y torbellinos algunos buenos músicos de la localidad, ante lo cual, Ramón Rodríguez les propuso que traería su guitarra y que continuara la fiesta. Y así fue. Pero llegaron otros músicos, entre ellos el acordeonista y compositor Antonio Barrera.
Entre bandola, tiples y guitarras, se fue la tarde, pero ahí no terminó todo. Ramón Rodríguez, que tenía vara alta en la emisora, les propuso conformar entre los allí presentes y otros músicos que llegaran, un grupo, que tocara en la emisora. Dicho y hecho. Rodó otra media para celebrar el acontecimiento y a los pocos días ya estaban tocando en La Voz de la Gran Colombia. “Ecos de Colombia” se llamó el programa y el conjunto.
Desde entonces mucha música ha pasado por muchos micrófonos. Con el tiempo, los músicos se trastearon para La Voz del Norte, donde otro músico y compositor les dio la mano: Arnulfo Briceño. Radio Guaimaral y Radio Reloj también fueron escenarios de este singular conjunto de sólo música colombiana, que ahora se llamaba Aires de mi tierra.
Volvieron después a La Voz del Norte, emisora en la que permaneció el programa hasta la muerte trágica del fundador Ramón Rodríguez. Con músicos de los antiguos y músicos jóvenes, Alma de Colombia, como hoy se llama, es hoy por hoy la única agrupación que intenta rescatar nuestra música autóctona, venida a menos por otros ritmos que inútilmente han tratado de pordebajearla.
Precisamente el Programa cultural El cinco a las cinco, que dirige el extraordinario hombre de letras, Patrocinio Ararat, les rindió un homenaje a estos músicos el pasado viernes. Doce músicos de alta categoría (saxofón, clarinete, violín, contrabajo, guitarras, tiples y percusión) estuvieron presentes y alegraron con sus melodías la calurosa tarde cucuteña. Una nutrida asistencia disfrutó de este concierto, como pocas veces se ve en la ciudad. La gente se puso de pie para aplaudir durante varios minutos esta gran expresión de nuestra música colombiana.
Alma de Colombia se transmite ahora en la emisora de la Universidad Francisco de Paula Santander, los sábados al medio día, bajo la dirección de Germán González, guitarrista, y la coordinación de José Milet Navarro. Bien por estos músicos por cuyas venas les corre el orgullo patrio y uno que otro aguardiente que en los sesenta años han logrado consumir.