La semana pasada apareció en la revista The Economist una reseña sobre un libro que se acaba de publicar que provocó mi curiosidad (Steven Pinker, Enlightment Now: The Case for Reason, Science, Humanism and Progress, Viking, Londres).
Es un libro que pretende contrarrestar con cifras el pesimismo que ha invadido al mundo, provocado por la situación en el Medio Oriente, las frecuentes matanzas en los Estados Unidos, Brexit, el fin de la Pax Americana, el “plutopopulismo”, y la forma como autócratas de pacotilla como los que mandan en Estados Unidos, Rusia y Corea del Norte han aumentado la probabilidad de una guerra nuclear.
Dice la reseña de ese libro que las cosas malas ocurren de pronto y son dramáticas, mientras que las buenas van sucediendo en forma incremental y no se prestan para aparecer en televisión, o dejan de ser interesantes en poco tiempo.
Por ejemplo, podría ser interesante que los medios revelaran que el día anterior se redujo en 137.000 personas el número de individuos que viven en extrema pobreza en el mundo, pero al cabo de unos días nadie se volvería a fijar en eso.
El mundo es hoy 100 veces más rico que hace 200 años.
La inteligencia medida por el coeficiente de inteligencia (IQ) aumenta constantemente en todas las regiones del mundo.
Los niños tienen acceso casi universal a la educación y la vida cuotidiana contiene amplias oportunidades para que por fuera de las aulas se estimule el pensamiento analítico.
Esto conduce a la razón, y ella a la libertad, como sucedió en el Siglo de las Luces.
Hace doscientos años solamente el 1 por ciento de la población mundial vivía en sociedades democráticas y hoy lo hace el 66 por ciento.
Todo esto incita a leer el libro y a imitarlo para disipar el pesimismo que ha cundido en Colombia a causa de la brutal e inexplicable oposición que ha surgido como reacción a la primera oportunidad real que se ha presentado de experimentar y alcanzar la paz en más de doscientos años.
Nos llama la atención, y a muchos les produce risa o irritación, que Colombia es uno de los países supuestamente más felices del mundo.
Al parecer, la felicidad crece a medida que aumente el ingreso por habitante en términos absolutos.
Sin importar que en Corea o en China ha crecido dicho ingreso muchas veces más que aquí, estamos felices de que, lo que en 1960 era de 254 dólares por persona, en 2002 ya era de 2355 dólares y en 2016 llegó a 5805 dólares. Después se redujo y la felicidad también. Pero hay otras causas para dejar atrás la tristeza: La esperanza de vida pasó de 57.25 años en 1961 a 77.5 años en 2015. La mortalidad infantil de los hombres se ha reducido de 47.7 muertes por cada mil a 18.3 en 30 años, y la de las mujeres ha pasado de 38.5 a 11.7 en el mismo tiempo. La mortalidad por cáncer, diabetes, corazón o enfermedades respiratorias se redujo un poco más de 25 por ciento entre 2000 y 2015. La pobreza extrema cayó a la mitad entre 2008 y 2015. Como estas, hay muchas otras razones para no dejarnos encantar por demagogos suntuosamente vestidos, o asustar por empalagosos aprendices de tiranos.
También hay razones para ampliar y profundizar este análisis y para continuar transformando a Colombia ordenadamente, sin extremismo, con optimismo y generosidad. (Colprensa)