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36 años de crisis
Siempre es conveniente recordar algo de historia.
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Sábado, 23 de Febrero de 2019

Cúcuta y el puente Tienditas se hicieron famosos en el mundo entero en las últimas semanas. Embajadores, Presidentes, senadores norteamericanos, artistas, cancilleres y muchos candidatos en potencia llegaron a la ciudad para tomarse fotos, selfies, videos y moverlos en las redes sociales y los medios de comunicación. Los puentes Francisco de Paula Santander, Simón Bolívar y ahora el nunca inaugurado de Tienditas, se convirtieron de pronto en sitios de atracción turística, como si fueran el muro de Berlín. No hay imágenes de puentes más vistas en estos últimos días, mucho más que el Golden Gate en San Francisco o el Brooklyn en New York .

Muy pocos saben, incluido nuestro Presidente Duque que lidera el cerco diplomático contra Maduro, que ojalá termine bien porque ya es hora que el dictador se vaya y pronto sin derramamiento de sangre, que esa ciudad que han visitado fugazmente sufre una crisis como consecuencia de la situación venezolana no desde hace semanas, ni siquiera años, sino décadas. Desde hace 36 años que comenzó el declive económico venezolano, los cucuteños empezamos a sufrir las consecuencias.

Siempre es conveniente recordar algo de historia. Fue en 1983, cuando se decretó la primera devaluación del bolívar por el fin de la bonanza petrolera, cuando se inicia esta historia para el pueblo venezolano que afecta en forma grave la frontera. Gobernaba al hermano país Luis Herrera Campins, miembro de uno de los dos partidos tradicionales de Venezuela, los conservadores de allá. Después vino el gobierno del otro partido, Jaime Lusinchi, y la crisis siguió creciendo de manera silenciosa con el malestar del pueblo venezolano acostumbrado a la riqueza petrolera. Decaían los tiempos de la Venezuela Saudi. Con la llegada del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez vino el inevitable ajuste económico con el intento de subir el precio de la gasolina más barata del mundo y con estas medidas llegó el Caracazo, un levantamiento popular con cientos de muertos y heridos   que años más tarde condujo a la caída del Presidente Pérez, en medio de una crisis institucional sin precedentes y tras dos intentos de golpe de estado del entonces coronel Hugo Chávez. Después llegó el nuevo y débil gobierno de Rafael Caldera, hasta que sucedió lo previsible: Chávez se tomó el poder por la vía democrática y después decidió aferrarse a él antidemocráticamente.

Mientras tanto la crisis económica cada vez peor y las cosas más difíciles para Cúcuta por su dependencia económica casi absoluta de Venezuela. Los carros que circulaban por Cúcuta venezolanos, la gasolina que los movía venezolana, los almacenes de Cúcuta tenían en los compradores venezolanos sus mejores clientes, los confeccionistas y zapateros vendían a Venezuela, el carbón de Norte de Santander salía a los mercados mundiales por el Lago de Maracaibo y no por los puertos colombianos. Muchos han sido los intentos de la clase dirigente del departamento por crear una economía propia que mire más a Colombia que a Venezuela y aunque hay avances aún son insuficientes. Desde las normas constitucionales de 1991 de Gaviria, La ley de fronteras de Samper, las zonas económicas especiales en la era Pastrana, las distintas emergencias económicas de Uribe y Santos y las importantes inversiones en infraestructura de este último, se han hecho esfuerzos por mejorar la competitividad y combatir el desempleo, la informalidad y la falta de ingresos de los habitantes de la quinta ciudad en población según el último censo del DANE.

Sin embargo, la realidad es que la crisis social se profundiza. Hoy Cúcuta, esa que muestra la espectacular imagen del concierto, esa que recibe con afecto a Marcos Rubio y a Richard Branson, es una ciudad llena de desplazados por la violencia interna y por la crisis venezolana, un centro urbano con la más alta tasa de desempleo del país, a pesar de los esfuerzos por generar nuevas oportunidades, con tasas de informalidad laboral cercanas al 80%, con cientos de miles de pobres y excluidos que no tienen nada que hacer.

Son ya 36 años de crisis económica para la ciudad que van paralelos al drama venezolano, con lo que se demuestra la cercanía y una integración total del estado Táchira y el Norte de Santander. Es claro que si a ellos les va mal a nosotros también. Ahora esperamos una salida pronta e incruenta de Maduro y que a ellos les comience a ir bien. En ese momento se necesitará que el gobierno colombiano entienda que los beneficios para el país del cambio de rumbo en Venezuela debe concentrarlos en Cúcuta, La Guajira y Arauca y no el centro como siempre sucedió en el pasado. Y ojalá que los visitantes ilustres que tuvimos estos días regresen, ya no con ayuda humanitaria, sino con inversiones, proyectos y oportunidades para la gente de frontera que ha sufrido directamente los rigores del drama venezolano, que ha sido también el drama de Cúcuta.

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