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Mitos de Semana Santa que muchos aún creen en la actualidad
Aunque estos agüeros fueron transmitidos por generaciones, la mayoría de quienes los practicaban reconocen que no tienen un sustento científico o teológico.
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Colprensa
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Jueves, 17 de Abril de 2025

Durante décadas, la Semana Santa no solo ha sido un tiempo de reconocimiento espiritual, sino también un período cargado de creencias populares y agüeros que se transmitían de generación en generación. Sin embargo, estas prácticas tradicionales parecen estar quedando en el pasado.

Costumbres como no bañarse en ríos, evite cortarse el cabello o abstenerse de lavar ropa durante los días santos han ido perdiendo vigencia. Para muchos fieles de hoy, estos hábitos ya no tienen un papel central en la vivencia de la Semana Mayor.

Aunque estas creencias no cuentan con respaldo teológico o científico, formaron parte del legado cultural de muchas familias. Sin embargo, su práctica se ha reducido notablemente con el paso del tiempo.

La manera en que se vive esta celebración religiosa se ha transformado, dando paso a una espiritualidad más íntima y alejada de supersticiones. Algunos creyentes reconocen que ciertos agüeros tenían sentido en otro contexto, pero hoy no encajan con las nuevas formas de pensar.

1. No bañarse en ríos o el mar porque te conviertes en pez o te puede pasar algo malo

Por qué es un mito: Esta creencia se basa en el temor a “profanar” días sagrados y fue usado por generaciones para fomentar el respeto durante la Semana Santa. Sin embargo, no existe ninguna relación física o espiritual comprobada entre bañarse y convertirse en pez, enfermarse o tener mala suerte. Tampoco hay respaldo teológico en los textos bíblicos que indican esta prohibición.

2. No usar tijeras, cuchillos o clavos porque recuerdan la crucifixión de Jesús

Por qué es un mito: Este agüero surge como una forma simbólica de respeto hacia la pasión de Cristo, evitando objetos punzantes. Aunque tiene valor cultural, no hay ningún efecto físico ni espiritual negativo asociado al uso de estos elementos. Es una tradición que mezcla simbolismo religioso con superstición.

3. No tener relaciones sexuales durante la Semana Santa

Por qué es un mito: La Iglesia Católica promueve el reconocimiento y la reflexión espiritual durante esta semana, pero no prohíbe expresamente las relaciones íntimas entre esposos. Esta creencia proviene más de una interpretación moral estricta que de una doctrina religiosa. Tampoco hay efectos físicos o espirituales negativos comprobados asociados a ello.

4. No cortarse el cabello ni las uñas porque trae mala suerte

Por qué es un mito: No existe evidencia científica que relacione estas acciones con mala suerte o consecuencias negativas. 


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5. No lavar ropa porque “llora la Virgen”

Por qué es un mito: Esta creencia afirma que lavar ropa en Viernes Santo es una falta de respeto, y que eso provoca que “la Virgen María llore”. Es una metáfora sin sustento bíblico, teológico ni científico. Se utilizaba más como una forma de imponer un descanso obligatorio en estos días.

6. Evitar escuchar música o reírse porque es una falta de respeto

Por qué es un mito: Si bien muchos creyentes prefieren vivir la Semana Santa en silencio o contemplación, no existe una prohibición real ni teológica contra el disfrute moderado. Esta creencia está ligada más a costumbres culturales que a principios religiosos universales.

7. Evitar comer ciertos alimentos (como carne roja) porque “es pecado”

Por qué es un mito: La Iglesia Católica recomienda la abstinencia de carne los viernes de Cuaresma como un acto simbólico de sacrificio, no como una obligación absoluta o una prohibición por pecado. No comer carne no tiene efectos espirituales mágicos, sino que representa una elección de devoción.

Para otros, este cambio refleja un fenómeno más profundo: el impacto de las ideologías modernas y la pérdida de conexión con lo simbólico.

Hoy, la Semana Santa se sigue viviendo con devoción, pero desde una mirada más personal, alejada de los temores y restricciones que marcaron la celebración en el pasado. La fe persiste, aunque las formas cambien.


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