El 17 de febrero de 2020 fue un día histórico para el posconflicto y para el país. La Jurisdicción Especial para la Paz, luego de varias diligencias de exhumación de cuerpos y actividades forenses en Dabeiba, Antioquia, hizo entrega digna de los restos de la primera víctima que identificaron plenamente: Edison Lexánder Lezcano Hurtado. Este martes su esposa, Rubiela Manco Roldán, volvió a recordarlo mientras escuchaba cómo su nombre era limpiado por los mismos que en algún momento lo mancharon.
Edison Lexánder Lezcano era un campesino de 23 años el 18 de mayo de 2002. Ese día el Ejército sostuvo un enfrentamiento con las Farc. Al alejarse de los disparos que recibían, las Fuerzas Militares divisaron una casa en la que un hombre iba entrando. De inmediato lo señalaron como guerrillero, lo sacaron de su estancia y lo asesinaron. En declaraciones oficiales mantuvieron su insolente versión: “Era guerrillero”.
Lea más: ¿Qué provocó la cuarta masacre en Cúcuta?
Su familia lo reportó como desaparecido. Ese fue el estado en el que permaneció, en paralelo a su calificación como dado de baja en combate en archivos del Ejército, hasta febrero de 2020, cuando Medicina Legal determinó que su cuerpo había sido hallado. Sus seres queridos desconocían que había sido enterrado en un cementerio en el que la JEP impuso una medida cautelar de protección para que no fuese alterado.
Los responsables de ese hecho fueron imputados por la JEP varios años después de que ocurrió. Hoy, cuando el cuerpo de Edison permanece en una bóveda del cementerio Las Mercedes, públicamente aceptaron que su cruel actuar fue totalmente ilegítimo.
Tres comparecientes asistieron en calidad de máximos responsables a la audiencia, que empezó a las 8:30 de la mañana, luego de un evento simbólico que empezó precisamente en Las Mercedes.
El primero de ellos fue el coronel retirado Edie Pinzón Turcios, que entre enero y septiembre de 2002 se desempeñó como comandante del Batallón de Contraguerrillas número 26, conocido como Arhuacos. De esa unidad militar, durante las diligencias forenses, se encontraron insignias junto a cuerpos enterrados.
Lea más: Norte de Santander: dura caída de la venta de vivienda y miles de subsidios represados
La declaración de Pinzón Turcios comenzó aclarando uno de los patrones que la JEP identificó en las operaciones militares que terminaron en ejecuciones extrajudiciales, ‘falsos positivos’. Se trata del asesinato de personas vulnerables que pertenecían a la región: “Simplemente, eran calificados como guerrilleros”, aseguró.
Ese ejercicio se desarrolló en alianza con las Autodefensas, como narra el coronel. La colaboración consistió en intercambio de información sobre “presencia del enemigo”, que en ese caso eran las Farc, así como el establecimiento de zonas por las que estratégicamente pudiesen moverse evitando el combate entre paramilitares y Ejército. Además, hubo suministro de vehículos para el transporte de víveres y tropas: “Que no suene a disculpa, pero ellos nos facilitaron muchos vehículos”.
La unión entre Fuerza Pública y paramilitares era tan estrecha que, dice Pinzón, “decíamos que eran los primos”, y los llamaban “la sexta división del Ejército”, teniendo en cuenta que, en ese momento, oficialmente, las divisiones eran cinco.
Con respecto a Edison Lexánder Lezcano, el coronel en retiro lo calificó como un campesino “realmente inocente”, que “fue sacado de su casa, maltratado, humillado, asesinado y mostrado como guerrillero”.
Su responsabilidad, admitió, fue la de dar la orden del homicidio, en el sentido de, específicamente, autorizar su muerte sin antes constatar si efectivamente se trataba de un insurgente. “Fue una violación flagrante de los derechos humanos”, dado que “no hubo ningún tipo de verificación”.
Pinzón se dirigió a Rubiela Manco, quien estaba frente a él: “Nunca nos imaginamos el dolor tan grande que le causamos”, le confesó. “Hoy me arrepiento, y tengo el remordimiento de haber causado daño”, añadió.
El siguiente en dar un paso al frente fue el mayor retirado Yair Leandro Rodríguez Giraldo, quien para la época era teniente en el Batallón Arhuacos. “La orden de los comandantes era acabar la guerrilla” a como diera lugar, admitió, hasta el punto en que “todo el que vistiera de negro o de blanco y negro era guerrillero”, por lo que debía ser, necesariamente, asesinado. Eso le ocurrió a Edison Lezcano.
Rodríguez Giraldo siguió su relato: “Nosotros irrumpimos en la vivienda del señor Lezcano, donde iniciamos a sacar las personas ilegalmente, los maltratamos de obra, de palabra, los golpeamos”, todo después, reitera, de una persecución con las Farc.
Lea más:Artistas pintaron muros y paredes de Chinácota y Pamplona
“Yo estaba pensando en el orgullo mío, en el honor”, así que no investigó quién habitaba ese humilde hogar en el que entró a las malas. “Llegué a la casa, empezamos a disparar, todos, contra la casa, y después sacamos a las personas ilegalmente”.
El entonces teniente cuenta que se llevó a las personas, incluyendo a Edison Lexánder, y en el camino una señora le dijo ‘él es hijo mío’. “Pensé que esa señora estaba encubriendo, porque teníamos a todo el mundo estigmatizado”. Rodríguez llamó a su superior, y este, sin ninguna contemplación o verificación, le dio la orden. Rodríguez, luego de la autorización, confirmó la orden y mandó asesinar a Edison Lexánder Lezcano Hurtado.
El pedido lo recibió Richard Barrozo Torres, quien fue a la audiencia en calidad de no máximo responsable, y lo confesó. “He llevado ese peso en mi corazón y mi conciencia”, dijo.
“Yo reconozco que estigmaticé al señor Edison Lexánder Lezcano Hurtado, señalándolo como integrante de la guerrilla y, a su vez, arrastré la estigmatización del municipio de Dabeiba. Reconozco que irrumpí en la casa vilmente, ilegalmente, dejándola invivible, solo por pensar en mí. Reconozco que di la orden de asesinar al señor Edison Lexánder Lezcano Hurtado. Impedí que un hombre trabajador cultivara su tierra e hiciera de ella un mejor lugar. Reconozco que mentí dando falso testimonio acerca de cómo ocurrieron los hechos”, exclamó Yair Leandro Rodríguez.
Y sentenció: “Quiero dejar en claro que el señor Edison Lexánder Lezcano Hurtado no era un guerrillero”.
El mayor en retiro finalizó, antes de darle la palabra a quien fuera capitán del Batallón Contraguerrilla 79, Hermes Alvarado, otro de los máximos responsables, hablándole directamente a la señora Manco Roldán: “Señora Rubiela, lamento ser el causante de la muerte de Edison Lexánder Lezcano Hurtado, su esposo, que ya no le puede cantar vallenatos en la mañana”.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en: https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion