Antes de Nueva Santa Clara convertirse en barrio, hace 36 años, los terrenos pertenecían a un hombre que donó los lotes de la parte baja a la señora Rosa Lina Contreras y le otorgó los permisos para que algunas personas necesitadas lo invadieran.
Luis Pérez Contreras, oriundo de Bochalema, con el permiso concedido, fue el primero en asentarse en el lugar junto a su familia. Con el paso de los días, más personas fueron llegando y, cuando menos lo esperaron, toda la zona estaba invadida, en su mayoría, por habitantes de la parte baja del barrio Boconó.
Por estas acciones, la policía llevó presos a los primeros habitantes y desmanteló los palos y plásticos verdes, menos a la familia Pérez. Tiempo después, la invasión revivió y sirvió como cimiento a este barrio que da forma a una L.
Hoy la casa de Luis, reconocida entre los vecinos por un llamativo vivero, sigue erigida en Nueva Santa Clara como recuerdo inquebrantable del primer rancho.
Sin escrituras propias
“Una vez el dueño legítimo falleció, los derechos pasaron a su hija, y ella los cedió a su esposo, el señor Hugo Chávez, pero cuando él murió, pasaron a su hijo, también de nombre Hugo Chávez”, manifestó Belén González, secretaria de la Junta de Acción Comunal (JAC).
Sin embargo, por tiempo de posesión, 27 moradores de estas viviendas son reconocidos como dueños, con propiedades de mejora y pago de impuestos, aunque no pueden poseer las escrituras hasta que no se haga el trámite correspondiente.
“El problema es que esos requisitos cuestan, como el pago del perito, el abogado y los documentos, alrededor de 15, 20 o 50 millones, para poder acceder al subsidio del Estado para mejoras de vivienda, porque aquí hay personas a las que les falta arreglar partes de su casa”, agregó la secretaria de la JAC.
Dos cuadras de basura
En una zona abierta, pese a las advertencias de la comunidad y empresas de aseo urbano, una gran acumulación de basuras, escombros y animales muertos es única dueña y señora del terreno.
“Se ha convertido en un foco de zancudos y peligros. Los carreteros vienen seguido y arrojan ahí sus escombros, porque la misma comunidad del barrio de enfrente, cuando arreglan sus viviendas, los manda a botarlos acá”, dijo Irene González, habitante de la zona.
Cuando llueve, todos esos escombros se van por un canal y dan a parar a la parte baja del barrio Boconó.
Aunque la comunidad ha adelantado jornadas de limpieza en compañía de fundaciones de mujeres, recicladoras, Veolia y el Ejército Nacional, han sido intentos vanos, porque al poco tiempo vuelven a amontonarse.
“Necesitamos con urgencia que se ejerzan los comparendos ambientales a carreteros y dueños de viviendas que ordenan botarlos aquí. Esto ya pasó de dos y tres metros a dos cuadras de basura, algo inaudito que nos deja desprotegidos”, apuntó González.
Durante las noches, el escenario se convierte en el sitio ideal para que consumidores de droga de barrios aledaños se refugien allí para cometer todo tipo de actos reprochables por los vecinos de las cuadras cercanas.
Al limitar este lugar con otros barrios como Cañafístola, urbanización San Martín, Boconó y Nueva Esmeralda, líderes de la comuna pasaron un proyecto para convertirlo en zona protegida, pero siguen a la espera de que sea aprobado.
También han intentado hacer jornadas de siembra de árboles, pero las plantas no logran sobrevivir a los malos olores y escombros que las aplastan.
Como otra propuesta para cortar estos problemas de raíz, la comunidad propone que se construya un parque ecológico, con el compromiso de mantenerlo limpio y embellecido, al igual que sucede con el parque, la cancha, zonas verdes y parque biosaludable.
“Hay un grupo de mujeres que protegen la zona, ellas barren y limpian, han sembrado limones, mangos y árboles florales para mantener bonitas nuestras zonas verdes”, manifestó la lideresa.
Pánico en las noches
Al igual que en la montaña de escombros, el parque biosaludable y el parque de niños son tomados en las noches por consumidores de droga, quienes, sumado a los ladrones, han venido sembrando un panorama de incertidumbre y temor.
“Nosotros llamamos a la policía, ellos vienen y los muchachos se van, pero regresan a los pocos minutos. También con los ladrones tenemos que estar prevenidos todo el tiempo”, dijo un vecino.
Recuperar la cancha
Antes de la pandemia, los mismos jugadores solían mantener en óptimas condiciones la cancha de tierra de Nueva Santa Clara, pero desde que la crisis fue declarada, poco a poco la maleza ha ido creciendo hasta el punto de tomar posesión de una gran parte del escenario.
“Esto solía estar lleno de niños y escuelas deportivas, le daban buen uso, pero hoy está abandonada, y quisiéramos que pudiera recuperarse”, precisó Irene González.
Las gestiones dieron fruto
Hace dos años, gracias a la iniciativa comunidad-gobierno, lograron pavimentar las vías en mal estado: tres calles y una avenida extensa.
“Antes, el ingreso al barrio era bastante difícil, pero se logró el objetivo, nosotros pusimos la mano de obra y la mitad de los materiales, la Alcaldía puso el resto”, relató la lideresa.
Con alumbrado público también tuvieron una vasta cantidad de problemas, el panorama era oscuro y preocupante ante los ojos de los vecinos, pero, una vez gestionadas las calles, consiguieron también reparar las lámparas.
El sueño del salón comunal
“Tenemos el espacio para el salón comunal, y bien podría construirse uno en esa parte, o en la zona donde nos tienen el botadero de basuras, para que quede cercano a los espacios deportivos y también se brinde allí atención a los niños y jóvenes”, propuso González.
A falta de uno, cuando necesitan reunirse, se congregan en la casa de la secretaria de la JAC o a espacio abierto en la cuadra.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en http://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion