A las cosas hay que llamarlas por su nombre y a las partes del cuerpo también al hablar con los niños. Los dedos son los dedos, los pies son los pies, los ojos son los ojos y así se les enseña desde que están muy pequeños, pero con las partes íntimas hay un gran tabú y problema: “Ni la vagina se llama galleta, rosa o florecita, ni el pene es el palito o el pajarito”, reitera Paola Flórez Ardila, psicóloga y creadora de la iniciativa Firmeza con amor y experta en disciplina positiva para familias y educadores.
Ella explica que ha conocido casos de abusadores, uno concreto para ejemplificar, que le decía ‘pony’ a su pene y a una niña le pedía que jugara con el ‘pony’. Suena fuerte, pero es una realidad, y la sicóloga y magíster en neurodesarrollo y aprendizaje, Eliana Andrea Cardona Loaiza, terapeuta del centro de apoyo Jugar para sanar, dice que por eso es tan importante “ser concretos, de esa forma el mensaje ante una situación de peligro llega de manera directa”.
Hablar claro es una de las maneras de guiar la crianza infantil en la que además de afecto se debe generar confianza con los niños.
¿Cómo se logra?
Para la sicóloga Flórez, se gana desde que nacen, “nosotros los padres satisfacemos sus necesidades emocionales, de vínculo, de protección. Cuando el niño llora atendemos ese llamado, cuando nos busca para jugar o tiene un dolor y estamos atentos a esas necesidades, ahí el niño empieza a confiar”.
La terapeuta Cardona indica que es importante fortalecer la cercanía con ellos, “enseñándoles con el ejemplo, y cuando tengan la oportunidad de entablar conversaciones así sean cortas, hablar de lo cotidiano, los padres y madres en ocasiones nos concentramos en la educación y temas como la norma, los deberes o la disciplina, y eso está bien, pero se nos olvida conversar de lo habitual, de cómo estas hoy, cuéntame que te gusta, nos falta involucrarnos más en su mundo”.
Confianza
Ganarse la confianza de un hijo, detalla Cardona, es muy diferente a que los ame mucho (a los padres). Por eso ella recomienda una práctica constante en la que el diálogo desde lo cotidiano fomente tiempo de calidad.
Mabel Patiño Jaramillo, psicóloga y máster en salud mental de niñez y adolescencia y gerente de Jugar para sanar, precisa que con esa confianza que se gana paralelamente se enseña el autocuidado. “Cuando un niño comprende instrucciones hay que enseñarle que nadie debe tocarlo en sus partes íntimas ni que ellos toquen a nadie”, pero siempre con las palabras adecuadas, reitera.
Cuidar lo que se dice
Así como a las partes del cuerpo se les debe llamar como tal a la hora del baño, por ejemplo, hay ocasiones en las que los adultos hablan de manera agresiva al enseñar al niño a cuidarse. “Los padres le dicen a los hijos tres frases que no son muy protectoras: a ti nadie te puede tocar, me cuentas inmediatamente si te tocan porque si te tocan yo mató a quién lo haga”, dice la sicóloga Flórez.
Imaginen un niño de 4 años a quién su madre le dice eso: “Muchas veces no sabe realmente qué es tocar o que lo toquen de manera inapropiada”, cuenta la profesional, “entonces si alguien lo hace ya está desobedeciendo la primera orden que le dieron sus padres. Con el ‘me avisas inmediatamente’ hay que entender que cuando eso sucede un niño está en un shock tan grande que lo más probable es que no lo haga, y por último ‘mato al que lo haga’, qué tal que sea una persona cercana a la familia, como sucede a menudo, un niño con todo eso entra en pánico”.
La sicóloga de Firmeza con amor trae una recomendación para cambiar esa frase. Qué tal decirlo así: “Nadie debería tocarte, pero puede ocurrir, hay adultos que tocan esas partes que te he contado y que no lo deben hacer, pero si eso ocurre quédate tranquilo que no es tu culpa. Me lo cuentas cuando puedas y te sientes capaz, que nunca te voy a regañar por contarme y no voy a hacerle nada a esa persona. Ahí hay una frase distinta que puede generar una gran diferencia”.
Los cuentos pueden ayudarle a manejar mejor sus palabras ante un menor de edad al enseñarle autocuidado. En la prevención, cuenta la psicóloga Patiño, también se manejan esas historias que se les pueden leer o ver en YouTube, por ejemplo, y que ayudan mucho. “De dos años en adelante está el cuento Cata y Benja. Para niños desde los tres años está El libro de Sebas, para niñas de la misma edad, El libro de Tere. Para los menores de seis años están La regla de Kiko y la mano y Estela grita muy fuerte. De seis a 12 años está Ojos verdes, y agrega Cardona que hay muchas lecturas cargadas de mensajes de protección, con las que se puede empoderar a los niños de que su cuerpo es suyo y cuidarlo de diferentes formas”.
Ante la sospecha o el abuso
Si se presenta el caso de que no se conoce con precisión una situación que genera miedo en el niño, pero hay una sospecha, es necesario hablarle desde la comprensión. “Un padre puede empezar a hablarle a su hijo con herramientas de juego, permitiéndole sentirse cómodo y tranquilo, no se les debe obligar a hablar si no quieren, eso genera dificultades a nivel emocional que pueden ser muy difíciles para los niños, por eso crear bases de confianza es supremamente importante”, cuenta la sicóloga Eliana Cardona.
Si se encuentra con un niño que no quiere hablar hay que buscar ayuda de un pediatra, de un psicólogo, de un profesional. Hay técnicas específicas que ayudan a descubrir qué es lo que está pasando.
Si ya hay una confirmación de un tema de abuso, los padres deben desprenderse de esa necesidad de saber más y conocer detalles de los hechos. “Es una situación dura, pero que solo hace que se revictimice al niño o a la niña, es decir, que vuelva a recordar, a hablar de lo mismo, a traer a su presente todo esto que en algún momento le hizo tanto daño”, concluye Cardona.
Finalmente, recuerde hablar en positivo, dar buen ejemplo y que prevenir es educar.