El miércoles el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) informó la identificación y atención de 14 menores de edad, después de que sus familias denunciaran a la Fiscalía que estos niños y niñas fueron víctimas de abuso sexual en uno de los hogares infantiles adscritos al programa Buen Comienzo (operado por la Alcaldía de Medellín y cofinanciado por el ICBF) en el barrio Santa Cruz.
El presunto agresor, a la fecha suspendido del cargo, confirmó el director de la Unidad Administrativa Especial Buen Comienzo, José Wilmar Sánchez Duque, se desempeñaba como auxiliar de nutrición y estaba vinculado hace 3 años como contratista.
Según informó a medios Sánchez Duque, “hay algunos hechos que son objeto de investigación, específicamente unas fallas en la prestación del servicio. Se trataba de un auxiliar de nutrición que no tenía que tener ningún contacto con los niños, pero algunos padres nos han dicho que sí lo tenía. Estamos en el proceso administrativo con la interventoría para determinar qué pasó”.
Al hogar asistían 72 niños que, informó la Alcaldía, tendrán acompañamiento en casa mientras se resuelven los hechos. “Tenemos dos casos en los que hay confirmación de abuso y un protocolo activado para 14 niños en total”, anunció el alcalde Daniel Quintero Calle, quien señaló que desde la Alcaldía se activó el Código Fucsia (activa el protocolo de atención para víctimas de violencia sexual). La alerta la hizo una mamá, quien llevó a su niño al hospital infantil Concejo de Medellín.
En este momento la investigación está en la fase inicial a cargo de la Fiscalía.
Con motivo de estos hechos, EL COLOMBIANO consultó a especialistas para explicar cómo puede prevenir e identificar de manera oportuna una situación de abuso sexual en menores de edad.
Signos a identificar
La violencia sexual debe entenderse desde dos aristas, explica Catalina Vertel, gerente de la IPS Creciendo con Cariño (adscrita a la Corporación Cariño que lleva más de 40 años brindando atención integral a niños, niñas y adolescentes víctimas de maltrato y violencia sexual): una que comprende la ocurrencia de actos abusivos con contacto y otra que comprende la ocurrencia de actos abusivos sin contacto. La primera de ellas hace referencia a hechos que implican de forma directa al cuerpo de los más pequeños: besos, abrazos, caricias, introducción de objetos o partes del cuerpo (en cualquiera de sus orificios), etc. La segunda hace referencia a manifestaciones de manipulación, hostigamiento, conversaciones de carácter sexual, piropos, insinuaciones, etc.
“Cualquiera de ellas se hace con el objetivo de tener una satisfacción sexual por parte del agresor”, explica Vertel. “Ambas formas generan traumas y están categorizadas como violencia sexual en Colombia”. Se trate de una u otra manifestación, será importante tener presentes los siguientes indicadores que, si se presentan de forma simultánea tres o más, deben ser considerados signos de alarma.
A nivel físico podrá identificar dolores abdominales, pélvicos, fisuras en la zona genital, irritación, picazón, inflamación, mal olor, flujo con sangre o materia en la zona vaginal o anal, moretones en el cuerpo o infecciones urinarias frecuentes. “Estos tienden a ser los más contundentes. Hay que prestarles atención y consultar al médico, no solo para tener un diagnóstico usual, sino también para activar un protocolo de atención en caso de ser necesario, sobre todo si aparte de estos indicadores físicos hay también indicadores emocionales”, explica Mabel Patiño, psicóloga magíster en Salud Mental de la Niñez y la Adolescencia, coordinadora del Centro Psicoterapéutico Jugar para Sanar, de la Fundación FAN.
A nivel emocional y comportamental pueden identificarse sentimientos de tristeza, irritabilidad, miedo, odio, culpa, vergüenza y frustración. Además, comenta Vertel, haber cambios bruscos en el estado de ánimo y pérdida del sentido de la vida y el interés e n las actividades escolares y el juego.
Así mismo, bajo situaciones de abuso los menores de edad pueden presentar resistencia a bañarse, a recibir manifestaciones de afecto como abrazos, asistir a ciertos lugares o encontrarse con ciertas personas.
Finalmente, y sobre todo la primera infancia (de 0 a 5 años) y la infancia (de 6 a 11 años) pueden manifestar comportamientos de autoestimulación frecuente en público, tendrán un interés excesivo por juegos con contenido sexual o erótico y no aptos para su edad. Vertel recuerda que “estos signos aparecerán abruptamente y deberán manifestarse de forma simultánea”, además, añade que en el caso de adolescentes (entre los 12 y 18 años) puede haber conductas disruptivas, trastornos alimenticios, tendencia a atentar contra su vida, autolesión, consumo de sustancias psicoactivas y rechazo constante a manifestaciones de afecto.
Qué hacer y qué no hacer
En caso de que identifique varios de los indicadores descritos es muy importante que no indague. La psicóloga Patiño hace énfasis en que conversar con el niño puede llevar, sin quererlo, a la implantación de memorias o recuerdos, lo que podría afectar el proceso legal. “Lo que hay que hacer es buscar ayuda profesional, un psicólogo o médico especialista que se encargue”, dice.
Por otro lado, si en lugar de identificar signos de alarma él o ella decide relatarle lo ocurrido, la clave es creerle, porque cuando lo hacen podrían encontrarse al límite de la situación. “Hay que agradecerle por confiar, creerle y comentarle que van a buscar ayuda”.
Es fundamental evitar confrontar al niño con el agresor o negar que lo que está diciendo es real. Si bien es una situación que no debe mantenerse en secreto, debe respetarse la privacidad. “Del manejo que se le dé depende que el niño permanezca tranquilo y confiado”.
Proceso legal
La ruta de atención puede activarse de tres formas, señala Martha Helena Cerón, abogada magíster en Criminología, miembro de la IPS Creciendo con Cariño: “Por el sector salud (desde un centro de salud, por ejemplo), por el sector protección (ante la Comisaría de Familia) o por el sector justicia en la Fiscalía”.
Según Cerón, si bien la responsabilidad penal de los hechos es individual (del agresor), en casos como el vivido en Santa Cruz es importante apelar al papel estatal e institucional. “La Ley 1146 de 2007 obliga a las instituciones educativas a hacer las denuncias ante la autoridad competente. Todo el que tenga un indicio o sospecha de abuso debe alertar. Esto es clave porque Buen Comienzo es una Institución Educativa y, además, de protección”.
Por su parte, la concejal Nataly Vélez apunta: “Está claro que en el programa Buen Comienzo la institucionalidad debe ejercer inspección, vigilancia y control frente a quien está prestando el servicio, cómo se está prestando de qué forma, identificar casos y hacer las denuncias pertinentes”.
Desde la Alcaldía, Quintero Calle afirmó que a raíz de lo ocurrido, se cambiarán los operadores de la sede y se implementará un sistema de cámaras en todos los Buen Comienzo. Por su parte, el presidente Iván Duque anunció que “ya sacamos el acto legislativo y el próximo martes vamos a estar sancionado esa ley (que reglamenta la cadena perpetua para violadores y asesinos de niños)”.
Prevenga
Desde que son menores de edad es clave inculcarles el autocuidado. Las expertas consultadas recomiendan que desde que cuenten con capacidad de comprender (generalmente a partir de los 2 años) debe enseñárseles que hay partes del cuerpo que no deben ser tocadas “ni ellos tocarlas por más que el otro se los diga”, afirma Patiño. Los libros son aliados. “En la adolescencia pueden plantearse análisis de noticias. Lo importante es mantenerlos informados, posibilitar conversaciones y que conozcan los riesgos”, dice Vertel.
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