Ya no es solo criar: es sobrevivir, resistir y reinventarse cada día. Es encontrar fuerza en medio del caos, respuestas en el cansancio, belleza en lo invisible. Es preguntarse quién es ahora esa mujer, y descubrir que, aunque distinta, es más viva, más sabia, más feroz, de lo que jamás imaginó ser.
Lea también: Conozca la Ley Ángel, su pedagogía y cómo se va a castigar a los infractores
Para Laura Serrano, de 37 años y madre soltera por elección, de un niño de tres, ser mamá ha significado aprender a llorar en silencio. La maternidad le ha impuesto una carga emocional y física enorme que lleva con fortaleza, aunque a veces duele. Llora en silencio porque sabe que su hijo necesita su mejor versión, incluso cuando ella no se siente bien.
Sin embargo, ha descubierto que ser madre no es solo dolor contenido; también es reír con fuerza, amar sin límites y conocer una versión de sí misma que nunca imaginó. Los sueños que tenía antes, sus metas y planes quedaron en pausa, no perdidos, solo reordenados para dar paso a su mayor prioridad: su hijo.
Aunque acompañada por su familia, Laura ha sentido la soledad que trae criar. No se trata solo de compañía física, sino de sentirse comprendida y apoyada emocionalmente en la batalla diaria. En esa soledad encontró también una fuente de fuerza, un espacio para conocerse y reafirmar que, aunque sola en algunos momentos, no está abandonada.
Consulte aquí: Cierre intempestivo de la frontera por Maduro hace perder millones de dólares
Natalia Pérez, a sus 23 años y madre desde los 20, sabe que la maternidad hace que sus sentimientos queden en segundo plano. No hay tiempo para permitirse estar mal cuando alguien depende de al cien por ciento de sus cuidados.
La maternidad le reveló una fortaleza y resiliencia que desconocía tener. Cree firmemente en que la vida no vuelve a ser igual, pero que ese cambio es también un regalo del amor.
Inés Pérez, con 49 años y ya abuela, cree que ser madre no es aprender a llorar en silencio, sino a amar en voz alta, un amor que nace con la vida misma y enseña sin cesar. Nunca se sintió sola, porque su camino siempre estuvo lleno de amor.
La maternidad le enseñó que tenía nuevos objetivos y que sin abandonar los propios, podía seguir siendo totalmente feliz, llena de un amor eterno hacia ellos.
Madres fuertes, hermosas e incondicionales, se transforman cada día sin dejar de ser ellas, sin dejar de amar.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion .