Así como otros barrios de la Comuna 10 de Cúcuta han expresado su desesperado sentir por el desborde de problemas como la inseguridad, microtráfico, contaminación ambiental y prostitución, Gaitán también alzó su voz para exigir una urgente intervención municipal.

Según afirman sus habitantes, la inseguridad va de mal en peor. En el sector se presentan todo tipo de robos, consecuencia de su cercanía al Canal Bogotá, un hecho que consideran como el “pecado” del barrio.

“Se roban todo, no se puede dejar nada por ahí. A los vecinos nos toca protegernos entre nosotros mismos para que no pase algo peor. Necesitamos ayuda ahora mismo”, comentó Angelmiro Bernal, presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC).

El líder agregó que ahora que está en proceso una propuesta para convertir una antigua edificación en un centro de rehabilitación para habitantes de calle, la comunidad rechaza rotundamente la idea, porque aseguran que esto solo traería más problemas.

El puente, sin barandas

Un paso muy frecuentado por la comunidad se encuentra en el Canal Bogotá y es un puente que los comunica con zonas aledañas. Sin embargo, hasta las barandas de esta estructura fueron presa de la delincuencia que azota el lugar.

Como consecuencia, los adultos mayores que lo usan ya han sufrido graves caídas al Canal que les han provocado heridas y contusiones severas. Los residentes también temen que el paso de conductores distraídos los lleve a caer al fondo del ducto.

Para evitar este tipo de accidentes, solicitan reponer las barandas del puente cuanto antes.

Las calles quedaron en el olvido

En la década del 90 fue la última vez que los habitantes del barrio Gaitán vieron arreglos en las vías.

El presidente de la JAC indicó que la mayoría de las calles está en mal estado y evidencian deterioro. Aunque han hecho numerosas solicitudes a las administraciones de turno para la pavimentación, la nula respuesta les hace pensar que no harán nada al respecto.

El lazareto que antecedió a Gaitán

El asilo San Lázaro, donde se ubica ahora el barrio Jorge Eliécer Gaitán, era la casona donde vivían los enfermos de lepra en Norte de Santander. Se construyó en 1916 en una zona deshabitada, porque se pensaba que la enfermedad era contagiosa. Allí vivían hasta que los médicos consideraran que, por ser un caso crónico, debían pasar al centro Agua de Dios, cerca al departamento de Cundinamarca.

Según recuentos históricos, en esa época obligaban a los leprosos a llevar colgada del cuello una campanita que avisaba a la población que se estaban acercando, entonces la gente corría despavorida a esconderse.

Una de las leyendas que surgió alrededor de estos enfermos es que estaban poseídos por malos espíritus y una sola mirada de ellos bastaba para enfermar a una persona sana.  Por ello, permanecían recluidos en un solo sitio.

En Colombia existieron en esa época las leproserías Caño de Loro, en Cartagena; Agua de Dios, en Cundinamarca; otra en Santander y el Asilo de Lázaro, en Cúcuta.

Estas casas desaparecieron casi todas a finales de los años 40, cuando los científicos descubrieron los medicamentos que podían contrarrestar esta infección.

La enfermedad se humanizó y los pacientes pudieron permanecer en sus casas con tratamiento. Pero antes de aparecer estas sustancias, los enfermos eran tratados con “charmugra”, un aceite vegetal.

Los inicios del barrio

El sector aledaño al asilo comenzó a poblarse con familias que huían de la violencia rural. La casona de los leprosos fue demolida y levantada de nuevo por don Basilio García y su esposa, ambos profesores.

Adquirió su nombre gracias al amplio respaldo de los primeros fundadores hacia el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, razón por la cual, una vez ocurridos los hechos del 9 de abril de 1948, conocidos como “El Bogotazo”, lo bautizaron con este nombre.

Angelmiro Bernal, vocero de la comunidad, precisó que entre las estructuras históricas del sector también se encontraba el batallón del Ejército que posteriormente pasó a ser la primera escuela de educación primaria del barrio.

Las escuelas fueron donadas

La primera escuela del barrio funcionó en la casa del señor Tadeo León, en la calle 18 con avenida 22. Luego se mudó a la vivienda del señor Lucio Figueroa y de allí fue trasladada a la del señor José del Carmen Rodríguez, para llegar finalmente a donde la señora Lucía.

Por otra parte, la Parroquia del Perpetuo Socorro, que dirigía el padre Calderón, irradió un gran entusiasmo por la escolaridad a todos los barrios bajo su jurisdicción, entre ellos, Gaitán.

Antiguamente, muchos jóvenes ingresaban al Seminario porque querían continuar sus estudios, pero carecían de medios económicos, entonces la Iglesia, si veía buenas aptitudes académicas y espirituales en el joven, lo becaba.

A la fecha, aún queda una escuela, la San Juan Bosco Número 12, fundada con la ayuda de un vecino de Gaitán que se ganó la lotería extraordinaria y regaló $200.000 para construir el centro educativo.

El comedor, abandonado

El comedor escolar del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar es una de las infraestructuras más antiguas del barrio y que en sus mejores años alcanzó a beneficiar a más de 190 niños.

Sin embargo, actualmente se encuentra en el olvido. Sus instalaciones ya necesitan una intervención y los habitantes del sector esperan que este sea arreglado para que los menores se vuelvan a beneficiar de sus servicios.

“Muchas generaciones pasamos por ahí. Nos daban el almuerzo y media mañana, no queremos que se pierda y estamos luchando por eso”, dijo el presidente de la JAC.