Los congresistas legislan para el delincuente, no para el ciudadano. Las leyes, que en teoría deben ser generales, abstractas e impersonales, ahora van destinatario conocido.
El señor Iván Márquez ya nos dice que lo que hay, el acuerdo de paz firmado varias veces, en la Habana, en Cartagena, en el Teatro Colón, ya no le sirve y que no se posesionará el 20 de Julio. Que gracias, manda a decir desde su guarida en el Caquetá.
La nueva ley de bandas criminales, que además de ser inconstitucional, desbarata siglos de avance en las garantías judiciales, tampoco le sirve a alias Otoniel; según la revista Semana para él y sus amigotes es mejor entregarse a la Justicia americana que a los juzgados de Paloquemao.
Acá vamos, abusando del derecho que tienen los otros de llamarnos país tercermundista.
A esta altura prefiero a los honorables congresistas profiriendo leyes de creación de estampillas, y elogiando pueblos y sus fundadores, que confeccionando leyes de alto impacto, pues lo han hecho tan mal, que me temo que lo harán peor.
Para quienes nos movemos en el mundo del litigio, trabajar se ha vuelto más un arte que una ciencia: las leyes de beneficios a los delincuentes se reproducen como conejos, y la imbecilidad de la redacción sólo deja ver lo idiotas que fueron sus autores.
Pero el problema, estimado lector, no es que las leyes estén mal hechas, pues eso se sabía de tiempo atrás. El problema es que la institucionalidad cede a los intereses de los delincuentes. En vez de ceder en favor del necesitado, del empresario caído en desgracia, del deudor necesitado, la ley – y los padres de la Patria – abdican en favor del pillo: gabelas por acá y por allá, favores por este lado, y por el otro.
La Corte Constitucional ha declarado varias veces inconstitucionales las amnistías tributarias, con el buen y sólido argumento de que tales figuras premian a los incumplidos, a los ilegales. Pues bien, me pregunto yo cuál es la diferencia entre estas leyes tributarias y la ley 1908, recién sacada del horno.
La referida ley es la muestra perfecta de que a los delincuentes, a los que humillan al Estado y sus instituciones les confeccionan leyes a la medida: rebajas de pena que el masacrador de la menor Samboní desearía; suspensión de órdenes de captura que ya Osama Bin Laden hubiera querido; jueces exclusivos, que ya las víctimas de Interbolsa suplicaron en su momento, pero la Justicia negó.
En fin, el mensaje consistente de los señores que están haciendo las leyes es claro: cuando vaya a matar, a desplazar, a traficar hágalo en grande, que los beneficios rodarán y correrán como ríos de leche y miel. Pero eso sí, pague los impuestos bien juicioso, que rebajas no habrá. ¿No ve que eso es ilegal?