En una decisión que marca un precedente para la política pública local, el Concejo de Bucaramanga aprobó en plenaria el Proyecto de Acuerdo No. 022 de 2025, con el cual se establecen lineamientos para garantizar el acceso a la salud menstrual de mujeres y personas con experiencias menstruales. La iniciativa, que lleva el lema simbólico “Todos somos hijos de la menstruación”, fue presentada por la concejal Daniela Torres, única mujer del cabildo y una voz insistente en la visibilización de cuerpos históricamente invisibles.
Este acuerdo se traduce en acciones concretas para construir una ciudad más equitativa, donde la menstruación no sea un motivo de vergüenza ni una causa de exclusión. El proyecto contempla la entrega gratuita de productos de gestión menstrual en espacios como instituciones educativas, centros de vida, oficinas públicas y ágoras comunitarias; además de campañas pedagógicas, jornadas de sensibilización y educación sobre enfermedades como la endometriosis, un padecimiento crónico que afecta al menos al 15 % de las mujeres y que rara vez recibe atención oportuna.
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“La menstruación sigue siendo un tabú, y eso genera barreras reales en la vida cotidiana”, afirmó Torres. “Desde el privilegio puede parecer un tema menor, pero basta escuchar a mujeres en situación de calle, como Maritza y Mónica, que me contaron que tenían que esperar la noche para esconder sus manchas de sangre, porque no podían acceder a una toalla higiénica. Ahí entendí que esto es también una cuestión de dignidad”.
La menstruación como asunto público y no privado
En el mundo, más de 500 millones de personas menstruantes carecen de productos seguros o acceso a baños adecuados para gestionar su ciclo menstrual. En países como Escocia o España, las políticas de salud pública han comenzado a abordar esta realidad con enfoques gratuitos y preventivos. En América Latina, donde el 43 % de las estudiantes reportan ausentismo escolar por falta de productos, esta deuda histórica comienza a saldarse lentamente.
En Colombia, aunque desde 2018 se eliminó el IVA a toallas higiénicas, tampones y copas menstruales, aún existen grandes brechas. En zonas rurales como La Guajira, por ejemplo, la pobreza menstrual es una realidad cotidiana: niñas y mujeres improvisan con trapos o papel periódico, a riesgo de su salud física y emocional. Según datos de Unicef, el 34,8 % de niñas en áreas rurales del país no ha recibido información previa sobre la menstruación antes de su primera experiencia.
Frente a este contexto, el Acuerdo 022 representa un avance local pero de amplio alcance simbólico. “Hay políticas públicas para todo: educación, transporte, seguridad... pero nadie habla de políticas para la menstruación”, señaló la concejal Torres. “Hoy eso cambia”.
Un enfoque inclusivo: no solo mujeres
Uno de los pilares más innovadores del proyecto es su enfoque diferencial e inclusivo: se reconoce que no solo las mujeres menstrúan. Las personas trans y no binarias, muchas veces marginadas en políticas de salud, también viven procesos menstruales con implicaciones físicas, emocionales y sociales.
“Este proyecto habla de personas con experiencias menstruales, porque no todas las mujeres menstrúan ni todas las personas que menstrúan son mujeres. El reconocimiento es el primer paso para garantizar derechos con equidad y sin discriminación”, explicó Torres. Además, se incluirán campañas educativas dirigidas a docentes, familias y población en general, donde se abordarán los cambios hormonales, síntomas pre y postmenstruales, y estrategias de respeto hacia quienes viven estos procesos.
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El acuerdo no se limita a la entrega de productos menstruales. Su dimensión pedagógica es fundamental. A través de talleres, materiales educativos y formación en escuelas, centros comunitarios y plataformas digitales, se buscará romper el silencio cultural que pesa sobre la menstruación.
“Queremos que la salud menstrual sea parte de la conversación pública, como lo son el dengue o la nutrición. Queremos que los niños y niñas crezcan sabiendo que la menstruación es natural y no hay nada de qué avergonzarse”, puntualizó la autora del proyecto.
También se contempla la educación sobre la endometriosis, enfermedad que muchas mujeres padecen sin diagnóstico, a pesar de que genera síntomas severos como dolores crónicos, sangrados abundantes e incluso infertilidad. El acuerdo propone visibilizarla como una condición clave dentro de la salud menstrual.
Pese a los logros, el camino no fue fácil. El proyecto enfrentó resistencias iniciales por abordar un tema tradicionalmente relegado al ámbito íntimo. “Incluso entre mis colegas del Concejo, la sola palabra ‘menstruación’ generaba incomodidad”, admitió Torres. “Pero agradezco que hoy hayan entendido que esto va más allá del pudor: se trata de derechos humanos”.
El ponente del proyecto, el concejal Nelson Mantilla, fue clave para su aprobación y se destacó por su discurso amplio y natural sobre el tema. Si el alcalde sanciona el acuerdo sin objeciones, este entrará en vigencia con recursos del presupuesto municipal y un plan de implementación progresivo.
Uno de los objetivos es también medir el impacto del acuerdo, especialmente en términos de ausentismo escolar y laboral. La caracterización de la población menstruante durante las jornadas de entrega será esencial para construir indicadores y ajustar estrategias anualmente.
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Bucaramanga se suma así al grupo reducido de ciudades latinoamericanas que reconocen la menstruación como una experiencia que requiere política pública, acompañamiento estatal y voluntad de cambio cultural. El Acuerdo 022 es un acto de justicia social, una apuesta por la dignidad de los cuerpos y una forma de decir que, como sociedad, estamos listos para hablar de lo que siempre se ha querido esconder.
“Este acuerdo no es solo para las mujeres de hoy”, concluyó la concejal Torres. “Es para las niñas que están creciendo, para quienes vienen detrás, para que nunca más sientan vergüenza por algo tan humano como sangrar”.
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