Lo que más duele es la normalización. Las escenas son horrorosas: Sirley Vanessa López, 22 años, compartía el almuerzo con sus amigos en la universidad hasta que Brayan Tovar decidió abrir fuego en el campus, hiriendo a María José Valencia y asesinando a López, que soñaba con ser literata. Sandra Sofía Espinosa, 17 años, fue asesinada a golpes en su cama. María José Estupiñán Sánchez, 22 años, le arrebataron la vida al salir por un domicilio en su casa.
Fueron 65 mujeres las que se vieron sometidas al horror, injusticia y crueldad de la violencia machista; mujeres que no volverán a compartir con sus familias, hijos, amigos, que no volverán a vivir sus sueños. Los datos de aquellos feminicidios son más preocupantes.
Las cifras fueron recolectadas por el Observatorio de Feminicidios de Colombia. En total, en el año se han presentado 271 casos de este delito. La mayoría de los feminicidios se cometieron en zonas urbanas (71%).
En cuanto a la edad de las 65 mujeres víctimas de feminicidio, el grupo con mayor número de registros fue el de 20 a 24 años, con 10 feminicidios. Le siguen los rangos de 35 a 39 años, con 8 registros; 25 a 29 años, con 7; 30 a 34 años y 40 a 44 años, con 6 (por cada rango de edad); 15 a 17 años con 4 registros y 10 a 14 años con 3 registros.
Los registros también demuestran que el 41% de las mujeres asesinadas en abril, eran madres. Esto deja, por lo menos, 14 niños huérfanos. Eso sin tener en cuenta que, de las 65 mujeres asesinadas, no se tiene información sobre si todas tenían o no, hijos o hijas a su cuidado.
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Según el observatorio: “Estos feminicidios no solo evidencian la orfandad en la que quedan niñas y niños menores de edad, sino que también reflejan cómo la vida de las mujeres madres es despojada de valor en un sistema que sostiene su explotación, y no garantizara su protección. Las mujeres madres que sostienen la reproducción social a través del trabajo de cuidado, un rol históricamente invisibilizado y precarizado, también son fuertemente atacadas. Así, cada feminicidio de mujeres madres no solo destruye vidas individuales y familiares, sino que desarticula redes de cuidado esenciales para la comunidad”.
Además, las cifras señalan que la mayoría de los feminicidas conocían y eran cercanos (familiares, amigos, pareja) a las mujeres que asesinaron. De los 65 casos, en 24 de ellos fue así. Además, la mayoría de las mujeres (20 de las víctimas) se encontraba en su hogar cuando les arrebataron la vida.
En los demás casos se registra que 10 mujeres fueron asesinadas por un sicario, 8 por una banda criminal, 4 por delincuencia común, 3 por narcotraficantes, 3 por la guerrilla, 2 por narcos, 1 caso perpetuado por un hombre que no conocía a la víctima ni era cercano, y 1 feminicidio perpetuado por un policía. En 9 casos no se tiene el registro de quién fue.
Este último dato, en el que no se conoce la identidad del sujeto feminicida, tiene que ver con la impunidad, que en los últimos años ha llegado a ser del 97%. “Las mujeres más expuestas a la violencia feminicida neoliberal son aquellas que enfrentan múltiples opresiones simultáneamente: empobrecimiento, racismo, y precarización laboral”, dice el observatorio.
Estas cifras también demuestran que las acciones contra la violencia basada en género no deben concentrarse únicamente en las penas de cárcel (que, de por sí, no se ejecutan), sino que debe hacerse un plan integral de prevención. Ese plan debe estar orientado a disminuir las brechas sociales, políticas, económicas y culturales.
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