Con las nuevas tecnologías, el uso de celulares y tabletas a temprana edad, los niños de hoy en día son más sedentarios y cada vez más la actividad física está lejos de su agenda diaria; por esto, los padres de familia deben prender desde temprano las alarmas en casa, puesto que un niño activo será una adulto saludable.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 60 por ciento de las personas del mundo no realiza ningún tipo de actividad física, por lo que recomienda que los niños y jóvenes entre 5 y 17 años inviertan por lo menos 60 minutos diarios en actividades físicas de intensidad moderada a vigorosa que les representarán un beneficio para su salud, salvo que tengan dolencias médicas específicas que no les permitan hacerlos.
Dicha actividad debe ser en su mayor parte, aeróbica, como caminar, trotar, bailar, pedalear, entre otros, y se debe repetir como mínimo tres veces por semana con el fin de reforzar músculos y huesos.
Se calcula que en la actualidad los niños gastan 600 calorías menos que las que gastaba esta misma población hace 50 años, y esto se debe al cambio en los hábitos de los niños a través del tiempo; por ejemplo, según estudios de la Universidad del Rosario, en los años 70 los niños comenzaban a ver televisión aproximadamente a los cuatro años y ahora lo hacen desde los cuatro meses, lo que genera niños más sedentarios.
Cuando los niños no están acostumbrados a la actividad física y se la pasan la mayor parte del tiempo sentados frente al televisor o el computador, se debe empezar con actividades ligeras para no cansar a los pequeños; la intensidad se aumenta gradualmente al ritmo que el mismo niño va marcando.
Según el médico Herminio Pabón, la actividad física empieza desde el vientre con la estimulación temprana. Al hablarle, ponerle sonidos y luces de colores, se estimula el sistema nervioso y eso hace que tenga movimientos en la barriga; esto ayuda a que sea un niño más activo y coordinado.
Antes de los dos años, el niño empieza a explorar el mundo y esto favorece el juego libre y el movimiento. Vigile su entorno para evitarle caídas o accidentes.
En la edad preescolar, el niño va coordinando sus habilidades motoras y ya puede saltar, tirar y recoger una pelota, o montar en triciclo.
A partir de los cuatro años desarrolla por completo su actividad motora y presenta coordinación, habilidad, equilibrio y velocidad. Empieza a montar en bicicleta y a jugar con el balón.
Entre los 8 y 9 años le favorece practicar deportes grupales para fortalecer su capacidad de integrarse.
Cuando el niño entra a los 10 años desarrolla flexibilidad, fuerza, y resistencia. En esta etapa ya se introduce el juego deportivo, con ciertas reglas y normas más específicas.
Una lucha contra el sedentarismo
Evitar el sedentarismo y fomentar los hábitos saludables en los niños es tarea de todos y esto no debe limitarse a una actividad o un deporte en particular. Podemos impulsar a los pequeños a ser más activos con caminatas cortas al colegio, la tienda, el parque, visitar algún familiar, subir las escaleras en vez del ascensor en el centro comercial, entre otras actividades diarias que implican algún tipo de desplazamiento.
Haga que el tiempo que se le dedique al ejercicio o a la actividad física no sea un castigo para el niño, idear actividades de grupo, rondas, o cualquier otro juego que implique movimientos, permitirá que el niño se entusiasme y vea con buenos ojos esta alternativa de entretenimiento y diversión al aire libre.
Ir periódicamente a la ciclovía o al parque, desempolvar juntos los patines o la bicicleta y tener la excusa de sacar la mascota a pasear puede servir para motivarlos a su cita saludable. Si los padres se involucran y hacen parte del plan, los niños se sentirán más animados y respaldados. Recuerde que el ejemplo empieza en casa.
Si su hijo no es muy amigo del deporte, pero es aficionado a las artes escénicas y el baile, utilice estos espacios para que se ejercite.
Si el niño no está acostumbrado a tanto ajetreo es normal que se canse rápidamente, por eso no olvide mantenerlo bien hidratado antes, durante y después de la actividad física. Antes de salir a estirarse empaque la botella de agua o de jugo natural, pues cualquier ejercicio, aunque sea moderado, produce la eliminación de cierta cantidad de agua y sales minerales.
Más actividad, menos obesidad
La obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI según la OMS; se calcula que en 2010, 42 millones de niños vivían con sobrepeso.
Este problema afecta progresivamente a muchos países de bajos y medianos ingresos, y Norte de Santander no es ajeno a esta realidad. Según cifras del Instituto Departamental de Salud (IDS), en el primer trimestre de 2016, de 9.887 niños entre 0 y 5 años valorados nutricionalmente, 2.211 tenían sobrepeso.
Los niños con sobrepeso tienden a seguir siendo obesos en la edad adulta y tienen más probabilidades de padecer a edades más temprano diabetes y enfermedades cardiovasculares. Además de tratar esta enfermedad con una dieta balanceada se debe incluir la actividad física para prevenirla.
Beneficios de la actividad física
Desarrolla un sistema cardiovascular (corazón y pulmones) sano.
Fortalece el aparato locomotor (huesos, músculos y articulaciones).
Facilita la coordinación, flexibilidad y elasticidad.
Mantiene un peso corporal saludable y evita el sobrepeso.
Les permite contralor mejor la ansiedad y la depresión a niños y jóvenes.
Permite un mayor desarrollo social de los jóvenes, y fortalece su autoestima, disciplina y niveles de integración.
Los niños y jóvenes activos pueden adoptar con más facilidad otros comportamientos saludables, como evitar el consumo de tabaco, alcohol y drogas, y tienen mejor rendimiento escolar.
La Opinión