Con el objetivo de buscar nuevas formas para desechar los tapabocas, pues su uso de forma masiva en todo el planeta se ha vuelto un problema a nivel ambiental, un grupo de investigadores colombianos buscan a través de los hongos una forma para degradar los compuestos contaminantes con los que están hechas las mascarillas.
El proyecto para disminuir los impactos de los contaminantes con los que están hechos los tapabocas es apoyado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) y es realizado por la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad de los Andes y la Universidad del Rosario.
“Analizamos de qué están hechos los tapabocas y es un tejido de plástico principalmente de polietileno y, en algunos casos, de polipropileno. Este es el mismo material de las bolsas plásticas o de los frascos de champú, pero dada su composición, y sobre todo su uso, no es un material que se pueda reciclar”, expone Luis David Gómez, profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad Javeriana y uno de los investigadores de este proyecto.
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El proyecto constará de tres etapas: en la primera, a cargo de la Universidad del Rosario, se buscarán varios hongos con potencial para degradar compuestos complejos. Entre ellos los más opcionados son los hongos de la podredumbre blanca, unos microorganismos que crecen sobre la madera en descomposición y la blanquean. Por esta característica son usados en la producción de papel.
“Lo que tratamos de hacer, desde el semillero, es buscar estrategias fisicoquímicas para facilitarle a los microorganismos la degradación de este tipo de materiales. Es como darle un pedazo de bocadillo a un bebé: le será muy difícil morderlo, pero si se lo damos en forma de jalea de guayaba le será más fácil consumirlo”, explica el experto.
En la segunda etapa, que está a cargo de la Universidad de los Andes, se producirán nanopartículas de dióxido de titanio, material que usó el profesor Gómez en su tesis doctoral para degradar láminas de polietileno bajo exposición de luz ultravioleta, las cuales se mezclaran con los tapabocas para ser sometidos a un proceso de foto-degradación, denominado fotocatálisis.
La tercera etapa estará a cargo de la Universidad Javeriana y consistirá en crear microcosmos, ambientes de laboratorio que recrean condiciones naturales, y exponer los tapabocas pretratados con fotocatálisis a los hongos seleccionados. Allí se hará monitoreo y seguimiento a su biodegradación a través de análisis físicos y químicos.
“Es claro que no vamos a llegar a que desaparezca el tapabocas, pero sí estamos aportando en la búsqueda de una estrategia para que ese material se degrade más fácilmente y en menos tiempo”, finaliza Gómez.
El tapabocas, un accesorio personal, se convirtió en el protagonista en la lucha contra el contagio de la enfermedad por el nuevo coronavirus. El uso de protección de las vías respiratorias se volvió obligatorio en casi todos los países del mundo y, por casi dos años, ha sido el acompañante diario a la hora de salir de casa.
La ONU ha alertado que la mala disposición podría llevar a que el 70 % de estos implementos terminen en los océanos y hasta un 12% de ellos, sea quemado, causando en ambos casos, graves impactos por contaminación. La ONG Oceans Asia reveló que durante 2020 se arrojaron a los mares de todo el planeta cerca de 1.560 millones de tapabocas, lo que representa seis mil toneladas más de contaminación.
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