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Una promesa a 9.163 km de distancia
Hace 28 años, José Delgado dejó a sus dos hijos al cuidado del Asilo Andressen, en Cúcuta, y cuando volvió, 6 meses después, habían sido adoptados.
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Jennifer Rincón
Sábado, 14 de Septiembre de 2019

“Espérenme que ya vuelvo por ustedes”. Esas son las últimas palabras en español que recuerda María Elena Reiseter Aar. Aunque revolcaba entre su memoria para hallar una pista más, esta frase era él único recuerdo que la ataba a su natal Colombia.

A finales de octubre de 1991, la tibuyana María Elena Delgado Quintero, 4 años, y su hermano Diomedes de Jesús, 5 años, volaban por primera vez en avión cambiando la calurosa Cúcuta por las congeladas montañas de Noruega, estrenando padres y apellidos, a 9.163 kilómetros de distancia de sus progenitores.

Días atrás, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) los había declarado en abandono y los dio en adopción a una pareja noruega.

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Mientras los pequeños se adaptaban a su nueva vida, en Cúcuta, José Eliécer Delgado, su padre, los buscaba desesperadamente, alegando que la adopción se hizo sin su consentimiento.

En junio de 1990, Delgado había dejado a sus hijos al cuidado de las monjas del Asilo Andressen, según él, porque no tenía cómo mantenerlos.

“Me dijeron que con las monjitas ambos iban a tener comida, vestido, techo, medicina y educación, cosas que yo no podía brindarles en ese momento”, recordó afligido.

Delgado aseguró que durante seis meses visitó a sus hijos cada domingo. A principios de 1991 se fue a trabajar a Venezuela por lo que las visitas ya no fueron tan constantes. Así que le encomendó a la madre superiora del asilo el cuidado de sus hijos.

“Tranquilo, vaya con confianza que cuando vuelva, sus hijos lo van a estar esperando”, lo alentó la religiosa, sin imaginarse que esa sería la última vez que padre e hijos estarían frente a frente.

“Espérenme que ya vuelvo por ustedes”, le dijo José Eliécer a sus hijos, la misma frase que durante 28 años retumbó en la mente de María Elena.

Aunque según el tibuyano solo tardó un mes en volver, algunos documentos sugieren que tardó, por lo menos, seis meses en hacerlo. A su regreso, no encontró a sus hijos.

La búsqueda

(María Elena y Diomedes Jesús, al momento de ser adoptados.)

El domingo 27 de octubre de 1991, seis días después de haberse enterado de que sus hijos habían sido dados en adopción, la historia de Delgado fue reseñada en la página judicial del desaparecido diario La Frontera.

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Tenía esperanzas de que la publicación le ayudaría a encontrarlos. Durante años guardó con recelo el recorte del periódico para mostrarlo a las entidades gubernamentales que de ahí en adelante visitó.

Entre enero y octubre de 1992 envió cartas a la Presidencia de la República, la Corte Suprema de Justicia, la Diócesis de Tibú, en ese entonces prelatura, la sala de familia del Tribunal Superior y la Procuraduría. Sus esfuerzos fueron en vano. Solo consiguió el nombre de los adoptantes: Jon Reiseter y Oddveig Reiseter.

Mientras año tras año, Delgado y su exesposa Vitelma Quintero lidiaban con el dolor de sus hijos perdidos, María Elena y Diomedes de Jesús crecían en otro continente, rodeados de amor y cariño, eso sí, sin olvidar la promesa de su padre.

En 2015, cuando las esperanzas de Delgado de encontrar a sus hijos estaban sepultadas, en Odda, al este de Noruega, María Elena buscaba en internet rastros de sus padres biológicos.

Los registros civiles originales, que daban cuenta de su nacimiento en Tibú, eran su única pista. 

Como no encontró nada en la red, visitó un programa de televisión local y contó su historia, pero tampoco dio resultados, por lo que se contactó con una fundación colombiana dedicada a reencontrar a personas adoptadas con sus padres biológicos, que le recomendó crear un perfil de Facebook con sus nombres y apellidos originales, para facilitarle la búsqueda a sus familiares en Colombia.

María Elena creó el perfil. Como no domina el español, acudió a un traductor online para dejar su mensaje: Soy María Elena Quintero Delgado, nací en Tibú y busco a mi familia biológica.

Busqué por Facebook a todos los José Delgado y Vitelma Quintero que encontré, miraba todas sus fotos a ver si se parecían a mí. A todos los que vivían cerca de Tibú les escribía. Tenía la esperanza de encontrarlos por este medio”, relató. Lo que ella desconocía era que sus padres no sabían leer ni escribir, ni mucho menos manejar un computador. 

Casi tres meses después de abrir la cuenta en Facebook, María Elena encontró una mujer que decía conocer a Vitelma. Al principio dudó de la veracidad de la información, por lo que le pidió a su interlocutora en Tibú que le ayudara a su presunta madre a hacerse una prueba de ADN.

Al otro lado del mundo, en Tibú, Vitelma tampoco estaba muy convencida de que aquella extraña con la que su sobrina se escribía era su hija, por lo que cuando esta se fue a vivir a una finca y perdió el contacto con la mujer que afirmaba ser María Elena, no le prestó mayor importancia. Creía que su hija había fallecido, y no quería ilusionarse.

El contacto

(A través de una videollamada, María Elena, José Eliécer y Vitelma Quintero, se reencontraron 28 años después.)

Gracias a la investigación de este diario, el pasado 5 de septiembre, justo en el cumpleaños 32 de María Elena, José Eliécer pudo tener un primer contacto con su hija a través de Facebook.

La felicidad del reencuentro virtual se vio opacada por una triste noticia. Diomedes de Jesús, su hijo mayor, falleció en octubre de 2006, a los 17 años, en un accidente automovilístico en Noruega.

Como ambos, padre e hija, tenían cientos de preguntas por resolver, se concretó una videollamada por Skype.  Veintiocho años después, José Eliécer, Vitelma y María Elena se verían, por lo menos, virtualmente. Yadira Galeano, del Consejo Noruego para los Refugiados, sirvió de traductora para el emotivo encuentro.

Fue así como conectados por una pantalla desde Odda (Noruega), Cúcuta y Tibú, los tres se vieron de nuevo. Al principio hubo risas nerviosas, luego llanto y hasta sonrisas cómplices. María Elena quería  resolver una duda que durante años la atormentó: ¿porqué la habían dado en adopción? Aquí no hubo reclamos, a ella solo le interesaba saber la verdad, y pasar la página de su pasado. De ahí en adelante quiso saber de todo, cuántos hermanos tenía, cuándo cumplían años sus padres, dónde y cómo vivían, como si estuviera en una carrera contrarreloj, quería recuperar el tiempo perdido.

Supo que tenía cuatro hermanos más por parte de papá, y otros dos por Vitelma; también, que solo tiene un sobrino. 

Por su parte, Vitelma y José Eliécer se enteraron de que tienen cinco nuevos nietos:  Zhino Andrea, Sander, Liam, Tora Adriana y Tuva Amalie, los hijos de María Elena.

Entre risas y algunas lágrimas, a través de la pantalla compartieron fotos familiares y empezaron a buscarles parecidos a los nuevos integrantes de la familia.

Con fotos de su niñez en Noruega, María Elena trató de consolar a sus padres por el tiempo perdido y les contó que tuvo una excelente familia. Vitelma le pidió agradecerle a los padres adoptivos por el cuidado que tuvieron con ellos.

Finalmente, después de hora y media, se despidieron con la promesa de un encuentro en vivo y en directo. Aún tienen cientos de abrazos y besos pendientes. Esta vez la promesa la hizo María Elena: “Espérenme que vuelvo a Colombia por ustedes”.

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