En Colombia, vivimos promoviendo las fechas especiales, ciertamente se presentan más proyectos de ley por la declaratoria de días conmemorativos que, de creación y promoción de estrategias que favorezcan las condiciones de habitabilidad, servicios de salud y educación, y sin duda alguna de empleabilidad y mejoramiento de la capacidad económica de los hogares en condiciones de extrema pobreza.
En cuanto a las mujeres, dichas condiciones solo empeoran; de hecho, según el DANE en su más reciente informe, el desempleo de las mujeres en marzo pasado alcanzó el 18,8% en el país y la tasa de desocupación en mujeres jóvenes superó el 31%.
Sin embargo, hoy una vez más celebramos a esa mujer y madre guerrera, en un país en el que se hace más evidente la reducción de tres a dos comidas al día, la disminución de oportunidades laborales y la carencia de una política pública integral con enfoque de género que se articule con la realidad de tantas mujeres cabeza de hogar que buscan un espacio de visibilización en el mercado laboral, las mismas que a su vez se convierten en el ejemplo tácito de la persistencia y la perseverancia en cada nueva generación.
No sería entonces particularmente indispensable, ¿celebrar este día de la mano de un documento de ley que permita empoderar a la mujer-madre cabeza de hogar? Qué mejor regalo que una estrategia nacional, un documento Conpes que no se le niegue a este grupo poblacional tan vulnerado y afectado, por décadas. El mismo que ha tenido que lidiar con el conflicto armado, el posconflicto y el contexto migratorio, como el grupo poblacional mayormente vulnerado, desprotegido y condicionado a hechos victimizantes y revictimizantes.
Entre tanto, el hablar de hechos de violencia conlleva a analizar un escenario puntual en el caso de las mujeres, y la forma en cómo las madres cabeza de hogar son quienes mayormente sufren agresiones de violencia física, sexual, psicológica y económica, por parte de su pareja y familiares, seguido por desconocidos y actores armados ilegales.
Esto conduce a otro cuestionamiento en el marco de una política pública, y es el hecho del cómo se deben integrar acciones de mejoramiento de la seguridad, espacios seguros en lugares de habitabilidad segura, mejores condiciones de habitabilidad que se traduzcan en una vivienda digna, que asegure posteriormente el hecho de, un mejor espacio para el desarrollo personal e intrafamiliar asociado a: servicios básicos, saneamiento, educación y, por supuesto, el empredimiento y el fomento del desarrollo económico local.
Todo esto visto desde la traducción formal del trabajo en condiciones de creación de empresa y asociatividad, traducido a su vez en espacios de constante formación técnica, tecnológica y profesional para la capacitación continua de las lideresas de grupos locales, de mujeres para mujeres, potenciando lo mejor que cada zona, tanto urbana como rural puede llegar a exponer y contribuir directamente con el desarrollo y la fuerza económica de la región.
Es allí, puntualmente, en donde el llamado hoy está visto hacia la celebración conjunta de espacios de empoderamiento femenino, traducidos en oportunidades, espacios de toma de decisiones y la formulación de una política pública que realmente propenda por ver con el lente de género, las falencias y las problemáticas de las mujeres cabeza de hogar, y que con ello, sus estrategias estén completamente direccionadas a marcar la diferencia, generar impactos en el marco de la teoría del cambio, y no sólo a la búsqueda de resultados, dejar de ver a la mujer como un número, una tasa, un porcentaje, y poder darle esa imagen de eje integrador y papel fundamental en el desarrollo de esta sociedad que sin duda alguna está revolucionando la mirada conservadora y patriarcal que tanto le ha costado al país.
*Diana Ramírez Duque, coordinadora ejecutiva de Proyectos en Observatorio de Asuntos de Género de Norte de Santander