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Política
Cúcuta es una ciudad transformable: Jaime Buenahora
El exrepresentante a la Cámara y exviceministro del Interior habló sobre el panorama actual de la ciudad y sus eventuales planes electorales.
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Lucy Araque
Lucy Araque
Lunes, 6 de Febrero de 2023

Jaime Buenahora Febres-Cordero es un cucuteño que durante más de 33 años se ha destacado en el terreno académico, como autor de varios libros y profesor en reconocidas universidades a nivel nacional e internacional, pero también en el sector público, como magistrado del Consejo Superior de la Judicatura, viceministro del Interior, secretario de Gobierno de Bogotá, cónsul General de Colombia en Nueva York, y representante a la Cámara por los colombianos en el exterior.


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Aunque su desempeño profesional lo ha llevado a estar durante varios años fuera de la ciudad, nunca se ha desconectado de la capital nortesantandereana, procura regresar permanentemente y estar al tanto de su desarrollo económico, social y político.

De ahí que en 2019 alcanzó a contemplar la posibilidad de poner a consideración su nombre para la Alcaldía de Cúcuta, convencido de que aquí “todo está por construir y por hacer”, pero situaciones personales lo llevaron a posponer sus planes.

Ad portas de una nueva elección de autoridades locales, en la que se definirá si se mantiene el rechazo ciudadano a los clanes políticos que han gobernado durante años y vuelve a imponerse el voto castigo en las urnas, a Buenahora no le incomoda la idea de ser quien lidere un verdadero proceso de transformación en la ciudad.

En diálogo con La Opinión, este abogado y economista, con estudios de maestría en la Universidad de La Sorbonne, en París, entregó su visión sobre Cúcuta, habló de los caminos que se deberían tener en cuenta para su desarrollo y sus eventuales planes electorales.

¿Cuáles son para usted los principales problemas que enfrenta hoy Cúcuta?

Los problemas son varios, algunos estructurales y otros más locales y coyunturales: primero, hay una pobreza creciente, como en todo el país, agravada entre nosotros por la crisis de Venezuela y el incremento poblacional que comporta, dada la migración y el éxodo rural de los municipios del departamento por falta de oportunidades. Este es el problema más complejo, pero se puede enfrentar con buena incidencia institucional. Hay otros temas urbanos que son muy preocupantes en Cúcuta, como la inseguridad, alimentada por fenómenos como el narcotráfico y el microtráfico, los atracos y el raponazo callejero, todo lo cual afecta el tejido ciudadano; el espacio público, en deterioro continuo; la movilidad, por el mal estado de las vías, el desorden vehicular y la falta de un sistema eficiente de transporte masivo; la pérdida de espacios verdes y recreativos. La ciudad podría ser mucho más agradable y tranquila si todo se encaminara hacia el orden y la disciplina.


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Durante muchos años se ha hablado de estos mismos temas, ¿por qué cree que no se ve una mejoría en ellos?

El principal cuello de botella está en la corrupción y en el desmoronamiento del concepto del interés general, porque la gobernanza ha estado orientada a los intereses privados de quienes alcanzan el poder local. Por supuesto, así no pueden darse resultados positivos. Cualquier política, trátese de la seguridad, la movilidad o el espacio público, es carcomida por una cantidad de intereses particulares oscuros que destruye la gobernanza sana. Eso es lo que le ha pasado a Cúcuta en las últimas décadas.

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Pero, desde su perspectiva, ¿hay posibilidades de imaginar una Cúcuta distinta?

Claro que sí. La ciudad hay que entenderla primero como una ciudad intermedia, que todavía es transformable. Casi todo está por hacer.

En 2019 Cúcuta votó por un cambio, pero cuatro años después hay cierto descontento por los resultados, ¿qué lectura tiene usted de lo que ha ocurrido en este periodo?

Pienso que hubo un resultado electoral conveniente, que generó mucha expectativa. Pero la sola expresión de  rechazo no es suficiente. Había poco conocimiento del sector público.

¿Cree que eso pueda tener algún efecto en los ciudadanos a la hora de definir su próximo voto?

No lo sé. De lo que sí estoy seguro es de que el sentimiento de rechazo a los clanes políticos tradicionales persiste en la mayoría de los ciudadanos, sobre todo de rechazo a las maquinarias, el clientelismo y la corrupción. Fuera de rechazar esos esquemas, los cucuteños añoran una ciudad más segura, revitalizada en su comercio, organizada en su movilidad, ordenada en su espacio público, en fin, proyectada al progreso.


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Para estas elecciones, seguramente habrá candidatos que querrán repetir lo hecho por Jairo Yáñez hace cuatro años, ¿ve posible que los cucuteños sigan apostando por un camino distinto al de los clanes políticos?

El punto de partida o la premisa mayor es que el descontento existe y es muy grande. Ese sentimiento de rechazo tiene que repeler las candidaturas que tienen un propósito de continuismo, de malversación de fondos y corrupción, o de enaltecer el interés privado en detrimento de lo público. La otra cara de esa moneda es la esperanza y, por supuesto, eso depende de quién plantee unas políticas públicas que sean necesarias y viables. Ganar es posible si se construyen conciencia y tejido social. Al ciudadano hay que hablarle claro: ‘no venda su conciencia, no venda su voto’. La campaña no es fácil, pero en equipo se puede.

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¿Cuál cree que es el camino que debería tomar Cúcuta en los próximos cuatro años?

Hay que construir unos mensajes sobre lo viable. Acá todo está por construir, por hacer. Cúcuta es una ciudad intermedia y es transformable. Eso depende del candidato, pero al lado del candidato se necesita ciudadanía. Un futuro alcalde que pretenda adelantar las políticas públicas de las que hemos hablado necesita mucho tejido social, y empoderar a la ciudadanía. Un alcalde solo, no puede. En otras palabras, institucionalidad y ciudadanía tienen que ser un solo cuerpo, para hacer más efectivo el trabajo.

¿A usted le gustaría liderar ese proceso?

Por supuesto que me gustaría ser quien lidere el proceso de transformación de Cúcuta. Uno tiene una obligación ciudadana y moral de darle a su ciudad natal parte de lo que ha aprendido y conocido. La experiencia sobre un mundo comparado enriquece mucho. Es un activo para dárselo a la ciudad. Yo nunca me he apartado de Cúcuta, vengo cada mes y he seguido día a día su proceso económico y social. Soy un cucuteño raso.


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¿Y está listo para que eso sea este año?

Estaría listo. Desde luego, hay que construir unas circunstancias y unas condiciones para que eso sea viable. Voy a transitar ese proceso a través del diálogo con los más variados sectores y comunas, para crear conciencia ciudadana. En paralelo, haciendo revisión sociológica de todos los problemas de la ciudad. Se necesita una gran cruzada alrededor del voto rechazo. Entre todos podemos hacerlo, y entre todos es posible construir la Cúcuta que queremos.

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