La constituyente del 91 nació en medio de un ambiente de violencia provocado por el narcotráfico y el escepticismo de los partidos políticos que no le apostaban mucho a la propuesta de hacer una nueva Constitución.
Desde hace algún tiempo hay un sentimiento de nostalgia en el Congreso de la República, que comparten casi a diario los senadores Horacio Serpa Uribe y Antonio Navarro. Allí, el 4 de julio de 1991 nació formalmente la nueva Constitución Política que rige los caminos de Colombia, hace ya casi 25 años.
Serpa y Navarro fueron copresidentes (junto a Álvaro Gómez Hurtado, asesinado en 1995) de la Asamblea Nacional Constituyente, que sesionó desde febrero hasta julio de 1991, y en su liderazgo estuvo gran parte del éxito del proceso, que se dio en uno de los momentos más difíciles vividos por Colombia en su historia republicana.
El azote del narcotráfico, en cabeza de Pablo Escobar Gaviria; la crisis de las instituciones; los procesos de paz, en especial el que se firmó con el M-19, y la expresión popular denominada la ‘Séptima papeleta’, fueron razones que confluyeron en la necesidad de citar una constituyente.
Fabio Villa Rodríguez, quien para la época era líder estudiantil y luego fue miembro de la constituyente, recuerda cómo el narcotráfico se convirtió en el detonante principal de este acontecimiento. Escobar, otros narcos de Antioquia, al igual que el naciente Cartel de Cali, encabezado por los hermanos Rodríguez Orejuela, sembraron un camino de muerte y corrupción en la década de los años ochenta y noventa.
El exterminio político ordenado por estos carteles llevó a que fueran asesinados líderes políticos de gran trascendencia para el país. Luis Carlos Galán, quien se perfilaba como el futuro presidente de Colombia, fue muerto por orden de Escobar, el 18 de agosto de 1989, en plena campaña electoral.
Sumado al jefe del Nuevo Liberalismo, el país perdió por cuenta de la mafia a los candidatos que venían de la izquierda: Bernardo Jaramillo Ossa y Jaime Pardo leal, así como a Carlos Pizarro Leongómez, el líder del M-19, a quien mataron por orden del paramilitar Carlos Castaño.
¿Cómo se llegó a la Asamblea?
Villa Rodríguez recuerda que la constituyente no fue un mecanismo que surgiera con el apoyo de todos los sectores del país. En especial, no lo tuvo de los partidos políticos tradicionales, que no llegaron a imaginar el alcance que tendría esta figura.
A quien sí considera como visionario sobre la magnitud del cambio que significaba citar a una Asamblea Nacional Constituyente, es al entonces presidente Virgilio Barco Vargas (1986-1990). Contraria a la imagen que tuvo al final de su mandato, por su edad, por la enfermedad y por señalársele como representante de la clase tradicional, hoy voces como las de Villa no dudan en llamarlo vanguardista.
Su gobierno tuvo que hacer frente a esa macabra serie de asesinatos. Cuando apenas llegaba a la mitad de su administración, en enero de 1988, Barco expidió el Estatuto para la Defensa de la Democracia, con el que buscó combatir al terrorismo y en el que propuso crear los mecanismos para un plebiscito ciudadano.
El presidente nortesantandereano llevó a la Corte Suprema la propuesta, a fin de que fueran los electores los que pidieran en las urnas una constituyente. En ese momento al país lo regía la Constitución Política de 1886, la cual en su Artículo 218 prohibía modificar la Constitución por una vía distinta a la del trámite en el Congreso.
El plebiscito deseado por Barco no prosperó y la crisis de seguridad se hizo cada vez más crítica, por hechos violentos que iban creciendo en magnitud, como el secuestro del dirigente político conservador Álvaro Gómez Hurtado, a manos del M-19.
Con las puertas cerradas en la Corte a su idea, Barco decidió llevar al Congreso de la República una ambiciosa reforma constitucional, en la que incluyó el fortalecimiento de los mecanismos de participación popular, la creación de la Fiscalía y de la Corte Constitucional y fijó límites a la figura del Estado de Sitio, entre otras medidas.
La discusión sobre ese proyecto se daría con los magnicidios de candidatos presidenciales de fondo, además de la masacre de doce funcionarios judiciales en La Rochela (Santander); el crimen del gobernador de Antioquia, Antonio Roldán; la muerte de 107 pasajeros en un avión de Avianca explotado y el bombazo contra el edificio central del DAS.
Pese a todo, Barco logró que la reforma constitucional avanzara en el Congreso de la República, en donde ya era notorio que había mucho temor sobre cómo enfrentar al poder del narcotráfico.
Fue esa presión la que llevó a que se incluyera en dicha reforma un artículo en el cual se convocaba a los colombianos a un referendo, para que votaran si estaban de acuerdo o no con la extradición de nacionales.
Sin embargo, a un solo día de terminar las sesiones del Congreso, el 15 de diciembre de 1989, el presidente retiró el proyecto y hundió su reforma constitucional.
El peso de la juventud
Tras el fracaso legislativo, en el país se empezó a gestar un movimiento ciudadano denominado la ‘Séptima papeleta’, el cual fue liderado por jóvenes de diferentes universidades del país.
El constituyente Fabio Villa Rodríguez recuerda que junto a otros jóvenes, como Fernando Carrillo, se logró que para las elecciones de marzo de 1990, cuando los electores votaban para conformar Senado, Cámara de Representantes, asambleas, alcaldías, concejos y para hacer la consulta liberal presidencial, se incluyera en las urnas ese séptimo sufragio, con el cual la gente reclamaba la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente.
Así se hizo. La votación no tenía validez jurídica, pero el peso simbólico abrió el camino para que un par de meses después, durante la elección presidencial de mayo y con previa autorización de la Corte Suprema de Justicia, la votación fuera contabilizada.
Ya como presidente electo y con el legado de Luis Carlos Galán a cuestas, César Gaviria llegó a la Casa de Nariño y procedió a expedir un decreto de Estado de Sitio, con el cual convocó para el 9 de diciembre de 1990 a los colombianos, a fin de que escogieran a los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente que redactarían una nueva Constitución.
Pese a la expectativa que se tenía en el país por la Asamblea, esta fue elegida con una de las abstenciones más grandes de la historia. Solo el 25% de los colombianos habilitados para participar salió a votar, en parte por la apatía que tuvieron durante el proceso los grandes jefes políticos y por el temor a eventuales atentados de los narcotraficantes.
Los resultados dejaron sorpresas. En primer lugar, la consolidación de la Alianza Democrática, el partido político en el que se convirtió el M-19 y que les permitió llegar a la Asamblea con 19 escaños.
De los partidos tradicionales, el de mejor resultado fue el Liberal, que ganó 24 escaños, mientras que otra sorpresa la dio el Movimiento de Salvación Nacional, del líder Álvaro Gómez, que obtuvo once curules, muy por encima del tradicional Partido Conservador, que en cabeza del expresidente Misael Pastrana solo ganó cinco espacios de representación.
El 5 de febrero de 1991 asumieron como constituyentes exministros, políticos tradicionales, intelectuales, académicos, jefes sindicales, indígenas y líderes de otros sectores, con lo cual empezó a abrirse paso la nueva estructura política del país.
Un par de meses después se integraron, en una concesión que les dio el presidente Gaviria, delegatarios de las guerrillas Ejército Popular de Liberación (EPL), Quintín Lame y Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), porque se desmovilizaron y dejaron las armas.
La idea de una nueva constituyente
Hoy, un cuarto de siglo más tarde, las condiciones políticas y sociales en Colombia son distintas, pero desde muchos sectores vuelve a hablarse sobre la necesidad de citar otra Asamblea Constituyente, en esta ocasión por la imperiosa necesidad de reformar el sistema judicial y, quizá, para hacer efectivos algunos de los acuerdos que firmen el Gobierno y las Farc.
Desde distintos sectores se ha hecho énfasis en la posibilidad de que en unos dos o tres años Colombia sea testigo de una nueva transformación de la Constitución, que le permita al país ponerse al día con las reformas y los retos que impone el mundo actual.
No obstante, desde que la guerrilla sentada en La Habana planteó la posibilidad de refrendar los acuerdos de paz por medio de una constituyente, la propuesta terminó en medio de la polarización que existe entre quienes respaldan y desaprueban los diálogos que se desarrollan en Cuba.
Colprensa | Argemiro Piñeros