Por décadas, Natalia París ha sido uno de los rostros más icónicos de Colombia, en su tiempo una figura cautivadora en las campañas publicitarias de moda y, para muchos, una suerte de “sueño adolescente” plasmado en portadas de cuadernos y calendarios.
Su belleza y carisma la consolidaron en los noventa y principios de los 2000 como una estrella innegable, no solo en el modelaje, sino en la cultura popular colombiana. Hoy, sin embargo, París es más que una imagen bonita; es empresaria, DJ, y, sobre todo, un personaje con mucho que decir.
Recientemente, la modelo se sentó a conversar en el programa ‘Los Impresentables’, de Los 40 Principales, donde abordó desde los chismes que la han acompañado hasta los negocios que la han hecho tan conocida como figura pública.
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Su tono de voz, uno de los aspectos que más imitaciones ha generado, fue un tema central. Lejos de mostrar incomodidad por las imitaciones, Natalia contó que aprendió a aprovecharlas: “¿Qué es esto? ¿Se están burlando de mí?”, pensó en un inicio, pero pronto comprendió que podía darle la vuelta a la situación.
“Llevo 20 años sacándole provecho a esos chistes y a esa voz con la que me imitan”, confesó con una sonrisa. Esas palabras reflejan su astucia: donde otros veían motivo de burla, ella veía una oportunidad.
Pero el humor no es la única cara que la paisa muestra en su carrera. En la entrevista, se refirió también a los ataques mediáticos que ha enfrentado, recordando aquellos que la tachaban de “prepago” por exhibir su cuerpo.
En un tono serio, reveló cómo la fama no siempre viene sin heridas y cómo estos comentarios le llevaron a empatizar con mujeres que han sufrido actos de violencia extrema.
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Sin embargo, la historia de la Dj como ícono no solo abarca su presente en la música y los negocios. Sus seguidores más veteranos recordarán las portadas de los cuadernos de la marca Norma, un proyecto que ella misma ayudó a crear.
París recordó, recientemente, en ‘Buen Día Colombia’ cómo comenzó todo. “Yo hacía las cosas como oportunidad de negocio”, comentó, revelando que la idea de los cuadernos fue suya y de su madre, Lucía Gaviria.
“Forré un cuaderno con una foto mía y mi mamá lo llevó a Norma y le compraron la idea”, explicó con orgullo. Lo que empezó como una simple idea de negocio se convirtió en un ícono de los años de colegio para miles de estudiantes que suspiraban cada vez que abrían sus cuadernos.
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Hoy, a sus 51 años, la empresaria sigue siendo un personaje fascinante. Es probable que las generaciones actuales la conozcan más por su faceta de DJ o por su línea de productos de belleza, pero para muchos sigue siendo aquella figura mítica de los noventa.
Su historia es un recordatorio de que, detrás de la figura pública, hay una mujer que ha enfrentado y superado estigmas, burlas y retos, una empresaria que ha sabido aprovechar las oportunidades y que ha convertido las críticas en su mejor aliado.
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