Las luces del Atanasio Girardot iluminaron más que un simple campo de fútbol; reflejaron la fortaleza de un grupo que, contra viento y marea, demostró que la jerarquía y la unión son más fuertes que cualquier adversidad. Los goles de Alfredo Morelos y Andrés Román no fueron meros tantos; fueron gritos de gloria que encapsularon una temporada de lucha, redención y reivindicación.

La pancarta que ondeaba en la tribuna sur lo resumió todo: “Contra todos”. Y no era para menos. Esta consigna, convertida en mantra por la hinchada, fue la declaración de principios de un Atlético Nacional que enfrentó obstáculos que habrían derrumbado a cualquier otro equipo.

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La temporada comenzó con golpes desde donde menos se esperaban. Las decisiones de la Dimayor parecían apuntar directamente contra el equipo verde. Primero, los puntos entregados al Junior tras los desmanes iniciados por su hinchada en el Atanasio, en un partido que había sido manchado por la violencia externa.

Luego, sanciones tan absurdas como la impuesta a Edwin Cardona por besar el escudo, un gesto de amor hacia la camiseta que los disciplinarios tradujeron en provocación. Ni siquiera el técnico, Efraín Juárez, se salvó: sus celebraciones apasionadas se convirtieron en motivo de castigo.

En paralelo, la tormenta también se desató dentro del grupo. La indisciplina en Valledupar y el accidente de Alfredo Morelos amenazaron con fracturar al equipo. Pero en lugar de derrumbarse, Juárez apostó fuerte. Puso las manos en el fuego por sus jugadores, les dio una segunda oportunidad y, como familia, respondieron.

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Cada golpe recibido parecía fortalecer más al grupo. Nacional no solo sobrevivió a la adversidad, la convirtió en combustible para un renacer futbolístico que encantó a su hinchada. El fútbol vistoso regresó, el ADN verde volvió a vibrar en la cancha. Las estadísticas respaldan el impacto de Juárez: desde su debut el 31 de agosto con un triunfo 2-0 sobre Jaguares, Nacional encadenó una racha que solo vio tres derrotas en 19 partidos de liga, sin contar el partido perdido en el escritorio.

Además, Juárez entró en la historia del club: es el tercer técnico más joven (36 años) en ganar un título desde René Seghini (1962) y Bolillo Gómez (35 años en el 91) y el primero en alzar dos trofeos en un mismo mes, el de la Copa Colombia y la Liga. Pero más allá de los números, el verdadero logro de Juárez y los directivos fue reconectar al equipo con su hinchada, sanando las heridas que dejó la anterior administración.

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El gol de Alfredo Morelos fue una postal de redención. Su tanto, más que una cifra en el marcador, simbolizó un renacer personal y colectivo. Andrés Román, por su parte, cerró el capítulo con una anotación que desató el júbilo absoluto en el Atanasio. El pitazo final no marcó solo el final de un partido, sino el inicio de una nueva era para el equipo más laureado de Colombia.

Con 35 títulos en sus vitrinas, Nacional no solo reconfirma su reinado local, sino que pone la mira en recuperar el protagonismo internacional en la Copa Libertadores. En enero, la Superliga frente al Bucaramanga será el primer desafío de este renovado gigante, que ahora tiene el viento a su favor.

La pancarta “Contra todos” quedará grabada en la memoria de esta campaña. No como un lamento, sino como un emblema de lo que Nacional es capaz de hacer: levantarse, luchar y ganar.

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El Colombiano