Al borde de la excelencia, con el arquitecto Toni Kroos al frente y con la electricidad de Jamal Musiala, Floriant Wirtz y Kai Havertz, Alemania presentó sus credenciales como candidata al título tras pasar el rodillo ante Escocia (5-1), ganadora en el duelo de aficiones y arrasada en su estreno este viernes en la Eurocopa.
El combinado germano vivió noche perfecta en el Allianz Arena. Los hombres de Julian Nagelsmann andaban preocupados por la falta de calor de su público, completamente superado por la efusividad de la afición escocesa en las calles y cervecerías de Múnich.
Hasta Julian Nagelsmann e Ilkay Gündogan tuvieron que hacer un llamamiento a su país para unirse en torno a un equipo con hambre de títulos después de una década sin meter trofeos en sus vitrinas.
Nagelsmann no ha tenido mucho tiempo para armar un bloque después de sustituir hace meses a Hansi Flick en el banquillo de Alemania.
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Algo fallaba en el conjunto germano, errático y con poca identidad. Una de las soluciones la encontró en una llamada telefónica a Toni Kroos. Convenció al ya exjugador del Real Madrid y todo cambió. La pausa que imprime el centrocampista alemán era clave. El problema es que sólo durará unos partidos más, los que tarde en Alemania en caer eliminada o, si tiene suerte, en ganar la Eurocopa el próximo 15 de julio.
'La magia de Kroos'
Cada golpeo de Kroos es un lujo que se va perder en breve. El aficionado alemán así lo apreció y aplaudió cada toque de su particular cirujano, que por fin dio sentido al juego de su selección. Equilibró por completó a Alemania e hizo lo que quiso con los escoceses.
Kroos exhibió todo su repertorio, lleno de pases en corto precisos y de balones en largo quirúrgicos. Y, Nagelsmann, consciente de esa virtud, ha sabido rodear a Kroos de jugadores perfectos para su juego.
Con esos mimbres nada podía fallar y Alemania se puso manos a la obra desde el primer segundo. Presionó de forma asfixiante a los escoceses, incapaces de generar nada.
Era el minuto diez y Alemania ya estaba por delante. Las gaitas escocesas de la grada se silenciaron para siempre. Las gargantas germanas pidieron más sangre. Y otra vez Kroos, como no, se la concedió. Poco después, en el minuto 20, filtró un pase magnífico a Gündogan. El jugador del Barcelona cedió la pelota a Havertz y éste, a su vez, se la dio a Musiala, que finiquitó la acción fusilando a Gunn con un disparo desde dentro del área.
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Alemania, con su segundo tanto, irradiaba una felicidad plena. Nada ni nadie podía frenar un estreno perfecto que aún no había terminado. Podía levantar el pie del acelerador o pisarlo más fuerte. Apostó por la segunda opción y obtuvo un tercer premio en forma de penalti que transformó Havertz: 3-0. Los segundos 45 minutos eran un trámite. Alemania seguía con hambre, la goleada podía ser escandalosa. Si estaba saciada, tenía la opción de perdonar a su rival.
En el vestuario, Nagelsmann no ordenó contención y sus jugadores, algo más pausados, controlaron el resto del choque sin sobresaltos. Amasaron la pelota en la zona escocesa durante casi todo lo que quedaba de partido. Kroos se erigió como el director de todas y cada una de las acciones. Llevó el tempo del choque como le dio la gana y Alemania.
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