Son como sus hijos. El afecto que les tiene y la alegría de ellos al verla con su chaleco verde por las calles de Cúcuta se siente en el ambiente.
Todos los días, María Elena Hernández ve en quienes recorren las calles, habitan los canales y duermen en los puentes, el reflejo de su hijo Brayan, el joven que recuerda con profundo amor de madre y que debido a las drogas, se convirtió desde hace años en un habitante de calle.
“Yo quiero salir de esto, míreme como estoy”, le dice uno de ellos en el canal del barrio La Cabrera, bajo el monumento Cristo Rey. Pero, él no es el único que al verla se acerca para pedirle ayuda con algunas de sus dolencias a causa de la dura situación que enfrentan al tomar la calle como su casa.
Con una sonrisa y una estrecha relación de familiaridad, los saluda de abrazo y de ‘puñito’, porque en sus años de experiencia en la labor social ha aprendido a identificarlos y saber cuáles son las zonas que frecuentan.
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“Yo aprendo a ver a mi hijo en cada uno de ellos, me alegra verlos, saber cómo están, porque uno siempre se va a su casa con la tristeza de que la sociedad les haga daño. Ellos se convierten en parte de nosotros”, cuenta esta mujer, de 42 años, que al ver la situación de su hijo, decidió dar una mano de ayuda a quienes se encuentran en las mismas condiciones.
Aunque sus hijos son cuatro, por Brayan tuvo el impulso hace años de convertirse en líder de El Banquete del Bronx en Cúcuta, una fundación que tiene presencia en otras ciudades como Cali, Bucaramanga y Medellín, pero que promueve el mismo objetivo: ayudar a quienes no son escuchados.
“Iniciamos hace casi 12 años con mis hijas que eran muy pequeñas, cuando Brayan empezó a andar en las calles, él se nos perdía mucho. Empezamos a conocer lo que realmente es una persona en esta condición y eso nos ha llevado por este camino, con mucha empatía”, relató.
Al preguntarle cómo se describe en su papel de madre y líder, asegura que no tiene palabras para hacerlo, pero que todo se resume en una muestra de amor, que hoy en día se refleja en su rostro, que su a vez guarda el dolor por no tener cerca a Brayan.
A él, lo vio hace unos días cuando en un reportaje se reencontraron luego de varios meses, le pidió que se fuera con ella y regresara a casa, pero su respuesta fue negativa.
Con el paso del tiempo ha aprendido a ayudar a quienes sobreviven en la calle, bajo el inclemente sol, la basura y los malos olores que se concentran en algunos lugares.
Dice que prefiere mantenerse alejada de la zona que frecuenta su hijo porque al verlo su corazón se conmueve.
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“Trato de no estar en su zona, verlo es mi debilidad como mamá, me lleno de impotencia, de querer llevarlo y como me dice que no, me causa frustración”, cuenta.
Desde hace varios años, su compañera en las jornadas de voluntariado semanales es su hija Lina, quien cuando era tan solo una niña quiso salir con ella para ayudar.
“Cuando estaba pequeña veía que mi mamá todas las noches salía con refrigerios, un día le dije que yo quería acompañarla, pero me decía que era muy pequeña. Tiempo después, ella tuvo la iniciativa de llevarme. Ahora me llena el corazón ver que estas personas se ponen felices al ver que uno va, les da un plato de comida, ya que no cualquiera se interesa en ellos”, dijo la joven.
Lina quien ha crecido viendo la situación de los habitantes de calle en Cúcuta, se pone la camiseta de la fundación y acompaña las jornadas.
El recorrido empieza todos los jueves, aunque cuando en la ciudad hay festividades como el Día de la Madre o Amor y Amistad, tratan de reunirse con ellos para dignificarlos, ya que son momentos que los habitantes de calle pueden estar perdiendo de compartir con sus familias.
Y ya cuentan con puntos identificados como el canal del barrio La Cabrera, barrio Magdalena y otras zonas, dependiendo a donde los habitantes se vayan desplazando.
Los recursos como fundación y el voluntariado, no son muchos, señala que hay personas que a veces prestan sus vehículos para desplazar algún habitante, si es necesario llevarlo de urgencia por atención médica, lo mismo con la comida que llega con recursos propios o donaciones.
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Su liderazgo también la ha llevado a trabajar con el Departamento Administrativo de Bienestar Social desde donde ha extendido su labor con ellos.
Ser líder y madre de un habitante de calle ha impulsado a que otras mujeres que también han visto a sus hijos en la misma condición, se comuniquen con ella en busca de ayuda.
La calle no es fácil
Cuando Brayan tenía 15 años cayó en las drogas, como muchos de los jóvenes que en la ciudad se dejan perder por el vicio a temprana edad. Hoy en día, en cada esquina es frecuente encontrarse con ellos, absorbidos por las alucinaciones que producen las adictivas sustancias.
Algunos deambulando en busca de dinero, otros suplicando a cualquier ciudadano que se cruce por su camino, comida para sobrevivir.
En Norte de Santander, el panorama no ha sido alentador. El Departamento Nacional de Estadística (DANE) reveló que en el departamento se concentra el 19% del total de los habitantes de calle del país, que se refleja en 1.211 personas.
Aunque existen quienes han tomado la determinación de ayudarlas, no ha sido suficiente para combatir este problema que atrapa a ciudades principales como Cúcuta y Ocaña, donde la situación se extiende desde la inseguridad hasta el consumo de estupefacientes.
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