Hay que reconocer que el acuerdo de hoy es mejor que por el que los colombianos se pronunciaron el pasado 2 de octubre. Luego no era cierto lo que dijo el negociador Humberto de la Calle, que lo negociado en La Habana era lo mejor posible.
Pero no nos digamos mentiras. Los colombianos votaron en general por cinco elementos del acuerdo: elegibilidad, restricción de libertad, trato de las víctimas, el narcotráfico y elevar el acuerdo a la Constitución. En esos puntos el avance, con excepción del de narcotráfico, fue mínimo. Veamos.
Elegibilidad quedó igual. No se tocó. Restricción de libertad se dejó un poco más detallado, pero lleno de vacíos que tendrán que ser interpretados por los jueces. Un ejemplo: los líderes de las Farc podrán ir al Congreso y los fines de semana pagar las penas alternativas. Los colombianos a eso le dijeron claramente No. El tema de narcotráfico se mejoró. No es lo ideal, pero serán los jueces los que decidan caso a caso.
El tema de víctimas no se tocó. Es quizás el vacío más grande de este proceso. Los victimarios podrán reconocer sus delitos en un escrito y no enfrentarán a las víctimas, que ven ese espacio como el verdadero escenario de verdad y reparación. En Suráfrica ese espacio fue vital para pasar la página. En el acuerdo queda condicionado cuando debe ser una obligación.
Finalmente, el tema constitucional queda sujeto a todo tipo de interpretaciones. No es claro, cuando los colombianos, de manera evidente, le dijeron a las Farc y al Gobierno: ustedes no son constituyentes.
¿Dónde queda el No? El desconocimiento de esta voluntad popular crea un problema gravísimo de legitimidad al acuerdo y a la democracia misma. Plebiscitos en Inglaterra, Chile, Irlanda del Norte o Suráfrica cambiaron a sus países. La voluntad del constituyente primario se cumplió. Acá a medias. Y si la Corte Constitucional tumba solo el artículo 5 del Acuerdo para la Paz, pues ni eso.
¿Qué le dice el presidente Santos a un ciudadano que votó No y al que se le pasó su voto por la faja? ¿Qué les decimos quienes promovimos el No a los votantes que nos dieron su confianza? Lo cierto es que el país entra en un momento de incertidumbre política, que con la crisis económica va a generar espacios de radicalidad y polarización, que en nada van a beneficiarlo.
Santos al hacer la paz deja al país dividido como no se veía desde los años de la violencia liberal-conservadora. Con su política del fin justifica los medios, logra su Nobel de paz y un acuerdo que se juega la vida en el 2018. Y las FARC, al no entender el momento político por su ceguera –inducida seguramente—, ponen en riesgo un acuerdo por unas pequeñas líneas rojas que no quisieron cruzar, a pesar de las alternativas que se les presentaron.
El presidente Santos, y en menor medida las FARC, que le juegan al desgaste del establecimiento, perdió la oportunidad de unirnos a todos en torno a un proyecto común, como debe ser el de la pacificación de Colombia. Prefiere dejar a un país quebrado, dividido, desilusionado y polarizado, que hacer un esfuerzo más para lograr lo contrario. La batalla política apenas comienza.
Pero a él no le va a importar, porque tal y como sucede en la escena final de La Estrategia del Caracol, se va de la Presidencia y los que nos quedamos sufriendo los efectos de su gobierno, nos tendremos que contentar con esa histórica frase de la película de Sergio Cabrera: “Ahí tienen su HP casa pintada”. Si, así va a quedar el país.
* Exvicepresidente de la República.