Uno de los sitios de Pamplona a donde no se puede dejar de ir es la Salsamentaria Alemana porque allí se fabrica el mejor jamón del país. En una sobria construcción, a la orilla del Pamplonita, está la factoría atendida personalmente por su dueño, el señor Wolfgang Bochmann, quien llegó a la ciudad cuando era un jovenzuelo que deseaba abrirse camino en estas tierras, y se quedó de por vida.
Con tesón y probidad inició la fabricación de embutidos, y hoy, varias décadas después, sigue dirigiendo esa empresa que es un modelo por la calidad de los productos que expende y por su aporte económico a la región.
Conversar con el señor Bochmann es edificante. Con la autoridad que le da el haber construido con su esfuerzo una empresa floreciente, y conservar el nivel de eficiencia gracias a su permanente labor, se duele de la forma como en Colombia se despilfarran los dineros públicos.
El tópico que nos ocupó hace unos días, cuando acudí a la habitual compra de jamón, es la forma inaceptable como se suministran los alimentos a los escolares.
Las noticias que divulgan los medios de comunicación sobre la escandalosa manera como se ha enquistado la corrupción en las empresas contratadas para ese fin, producen verdadera indignación.
Pero este ciudadano de origen alemán, -hoy más colombiano que cualquiera de los que hemos nacido aquí-, no se queda en las simples lamentaciones sino que propone una solución, la cual quiero consignar en esta columna.
Las informaciones publicadas indican que el origen del descalabro a que se ha llegado en los programas de alimentación escolar es la politiquería, y mientras no se cambie el sistema utilizado hasta ahora jamás se podrán corregir los vicios.
Una manera de ponerle coto a la degradación alcanzada es asignar los recursos oficiales a las asociaciones de padres de familia, para que sean ellas las que velen para que se provea a los niños de alimentos saludables, en condiciones higiénicas y en cantidades suficientes para estimular su desarrollo.
Los más interesados en que los estudiantes reciban una buena alimentación son sus padres, de suerte que acabar con el sistema actual que facilita a los políticos meter mano a estos recursos oficiales, haría que la responsabilidad recaiga en los propios familiares que, con la supervisión de las autoridades educativas, mejorarían ostensiblemente este servicio tan indispensable para la niñez que se educa.
Es grato resaltar en estos párrafos la visión de una persona que sin ningún interés político o personal quiere aportar unas ideas para contribuir a la solución de este problema que afecta de manera tan grave a la niñez colombiana, y reclama de los colombianos tener un poco de patriotismo.