
La situación de violencia en el Catatumbo (Norte de Santander), con todas sus devastadoras secuelas, es la acumulación de la tradicional indiferencia oficial respecto a la solución de los problemas que han afectado a ese territorio. Los mismos se convirtieron en caldo de cultivo de las necesidades cotidianas de la comunidad.
Es la ausencia del Estado, como ya se ha reconocido, con la permisividad de quienes han tenido responsabilidades de gobierno en diferentes instancias del poder. Lo que debió hacerse para mejorar las condiciones de vida de la población no se hizo, mientras los indicadores registraban estrecheces sociales generalizadas.
Pero no es solo el Catatumbo. Otras regiones de Colombia también afrontan la misma crisis por igual tratamiento recibido. Chocó, Guajira y muchos otros departamentos padecen un atraso lacerante con pobreza, violencia, corrupción y desatinada explotación de sus recursos naturales.
El aislamiento le dio alas al abuso de poder y al ejercicio autoritario de la política, en contravía de los intereses colectivos. Lo cual facilitó el surgimiento de los grupos armados, primero como guerrilla, después con estructura paramilitar o de bandas articuladas a la delincuencia. Pero el país también sufrió la violencia bipartidista, bajo la presión del exterminio al contrario que se convirtió en barbarie.
Y en medio de esa atmósfera de confrontación aparece la mafia del narcotráfico con tentáculos en extremo desafiantes para abrirle espacio al comercio de la coca a nivel internacional y con una estrategia de muerte contra quienes puedan representar algún obstáculo a esa sórdida empresa.
El Catatumbo carga con el peso de la violencia desde tiempo atrás y su territorio fue escogido para el cultivo de la coca en una extensión considerable, a la medida de la ambición de quienes la fomentan. Es un negocio con alta rentabilidad para los dueños de esa operación. Y la lucha por el dominio de semejante botín atiza la confrontación a sangre y fuego entre quienes se lo disputan.
Lo que está sucediendo en el Catatumbo no hay como minimizarlo y el gobierno está consciente de su gravedad y de la necesidad de actuar a fondo a fin de superar esa crisis.
Es prioritario proceder como tiene que ser. El plan debe comprender todo cuanto se requiera para la consolidar la paz y la vida de los habitantes del Catatumbo. Y esto tiene que llevar a la ejecución de programas que dinamicen la educación, la salud, el trabajo, la infraestructura vial, la protección ambiental.
La tierra en el Catatumbo debe estar en función de una producción que corresponda a las demandas de la comunidad, sin ataduras al feudalismo que empobrece.
La presencia de la Fuerza Pública debe ser una garantía de seguridad mediante la contención de los grupos armados. Pero requiere estar articulada a toda una política de paz, en mesas de negociación con los grupos armados si estos renuncian a los desafíos criminales y se deciden a participar en la vida civil en los términos propios de la democracia.
Los diferentes sectores regionales deben apoyar las acciones que le apuesten a las soluciones que impone la emergencia del Catatumbo.
Puntada
La propuesta del Partido Liberal sobre reforma laboral es apenas un paliativo. No debiera ser esa la salida de una colectividad que se dice defensora de los derechos de los trabajadores.
ciceronflorezm@gmail.com
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