Lo más interesante del Día del Trabajo es que ese día no se trabaja. Sucede lo contrario a la lógica de todas las demás festividades: El día de la danza, se baila; el día de la hayaca, se comen hayacas; el día de la lectura, se lee a montones. Pero el día del Trabajo, no se trabaja. No sé por qué.
Será tal vez por lo que dice la canción, que el trabajo lo hizo Dios como castigo: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, dicen que dijo Yaveh cuando Adán metió las quimbas.
Desde entonces al género humano le ha tocado sudar la gota gorda para sobrevivir. No todo el género humano. Seamos sinceros. Unos cuantos no trabajan, sino que viven del trabajo de los demás. Pero así quedó hecho el mundo. Y también ellos, los que no trabajan, celebrarán mañana el Día del Trabajo.
La fiesta es contradictoria: Los que están trabajando salen a las calles a protestar por su trabajo y a gritar que no los pongan a trabajar tanto. Eso lo llaman explotación. Y los que no tienen trabajo, salen a desfilar y a gritar que les den trabajo, que el trabajo es un derecho. Como quien dice, piden que los exploten. ¡Quién entiende al género humano!
Quién nos entiende. Los casados quieren divorciarse. Los separados vuelven a buscar pareja.
Los solteros anhelan casarse, y a los pocos días se separan. Si hace sol, renegamos del calor. Si llueve, nos incomoda la lluvia. Si tenemos trabajo, protestamos. Si no lo tenemos, protestamos.
De modo que el trabajo tiene defensores y contradictores. El que trabaja no come paja, dicen algunos, lo cual no es del todo cierto. Hay gente que trabaja y trabaja, y sigue en la carramplana, lo que contradice aquello de que el trabajo es fuente de riqueza.
Los mamadores de gallo, que nunca faltan, dicen que si el trabajo diera plata, los burros tendrían chequera. Los burros y los bueyes y los machos de carga. Y los obreros.
A falta de chequera y de efectivo, toca seguir trabajando, salirle al astro todas las mañanas. Toca madrugar a trabajar.
Esto de madrugar a coger la pala, también tiene sus más y sus menos. “El que mucho madrugó una bolsa de oro se encontró”, repetimos los viejos, pero los muchachos, de inmediato, nos contestan: “Más madrugó aquel a quien se le perdió”. Y siguen durmiendo. Y no van a trabajar.
Tengo un amigo, defensor acérrimo del madrugar a trabajar, que vive repitiendo: “Al hombre pobre y sin plata, la cama lo mata. Y si tiene mujer, se acaba de joder. Y si tiene moza, pior la cosa. Y si tiene otra querida, eso ya no es vida”. Por algo lo dirá.
Saldremos, pues, mañana a desfilar, porque sí o porque no. Acompañaremos a los desempleados a pedir trabajo. A los empleados, a pedir aumento salarial Y marcharemos con los maestros, que siguen haciendo los mismos reclamos de hace cincuenta años y repitiendo las mismas consignas: “El pueblo unido jamás será vencido”. “Ahí están, esos son, los que venden la nación”. “Tigre, león y elefante, el paro sigue adelante”. Hace algunos años, las maestras de un pueblo, en paro, gritaban en el desfile: “Se nos acabó el pan”. Menos mal que ganaron la huelga y pudieron recuperar su pan. Ojalá la ministra Parody no se ensañe contra el pan de nuestras maestras de hoy.