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Seguridad en el trabajo: accidentes que se podían evitar
¿Qué elegimos entonces como sociedad? ¿Cuándo vamos a participar como miembros activos del Sistema de prevención de riesgos en accidentes y enfermedades profesionales?

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Jueves, 18 de Septiembre de 2025

Durante el primer trimestre de 2025, en Colombia se registraron 127.065 accidentes de trabajo, 2.705 enfermedades laborales calificadas y 89 muertes de trabajadores, datos que se extractan del más reciente Informe de Siniestralidad Laboral del Observatorio de Seguridad y Salud en el Trabajo del Consejo Colombiano de Seguridad (CCS), con base en cifras de Fasecolda (Federación de Aseguradores Colombianos).

El dato, frío en apariencia, es un golpe de realidad: detrás de cada número, detrás de cada cifra hay una familia doliente, un proyecto interrumpido, una vida que no debió perderse, un daño permanente que no podrá sanarse. Y lo más grave: gran parte de estos casos pudieron evitarse, desde el análisis de riesgos del empleador conforme el desarrollo de la norma del SG-SST y por supuesto desde la más importante herramienta del trabajador, el autocuidado. Hablamos de caídas sin arnés, máquinas sin protección, jornadas extendidas sin control, químicos manipulados sin protocolos claros. No es el destino, es la negligencia disfrazada de rutina la falta de seguimiento a protocolos y sistemas de vigilancia epidemiológica.

Es cierto, el Sistema General de Riesgos Laborales afilió en este periodo a 12.832.600 trabajadores, un 3,2% más que en 2024. Sin embargo, la otra cara del informe es alarmante: cerca de 11 millones de ocupados siguen por fuera del sistema de protección social, lo que significa que apenas la mitad de la fuerza laboral del país tiene un mínimo amparo en caso de accidente o enfermedad. La cobertura es desigual y la prevención, insuficiente. No puede existir un solo trabajador que culturalmente rechace la vinculación a una aseguradora de riesgos laborales, y porque no decirlo rogar a los trabajadores independientes que se aseguren con una ARL y no aparezcan en la empresa sin vergüenza alguna diciendo que hacen el trabajo pero que no tienen carnet de afiliación vigente, luego se convierte en responsabilidad del empleador o de quien recibe el servicio.

No basta con aplaudir las cifras de afiliación si en la práctica las empresas siguen viendo la seguridad como un gasto, no basta con pretender tener un COPASST si los empleados piden y piden pero no se postulan siquiera para conformar tan importante institución, No basta predicarlos justos si los comités de convivencia se convierten en trámites simbólicos,recuerden leer la resolución 3461 de 2015, que da nuevos lineamientos a los COCOLAB y peor aún en aquellos casos en los que el trabajador informal queda desprotegido en el silencio de la estadística evadido del sistema. La seguridad laboral debería ser entendida como un derecho básico, no como una carga administrativa, como una herramienta de vida llena de tantas Leyes, decretos y resoluciones que amparan el bienestar de los trabajadores que se aburren en algunos casos de tener que estudiar los cursos de 50 horas que son para su beneficio, pero puede que para ellos esto no tenga sentido.

El dilema es profundo y afecta todas las esferas sociales de nuestro país: ¿queremos seguir normalizando la muerte en el trabajo como un “riesgo inherente” o asumimos que, en pleno siglo XXI, nadie debería perder la vida por ganarse la vida? ¿Seguiremos aceptando que la mitad de los trabajadores del país laboren sin protección social o haremos del cuidado humano la primera línea de inversión?

Un dato que nos deja el estudio y lleno de lógica estima que las regiones con mayores cifras de accidentalidad están lideradas por la capital Bogotá, seguido de Boyacá y de Antioquia El listado de los cinco departamentos con mayor número de muertes por causas laborales reportadas entre enero y marzo de 2025, lo completan Cundinamarca, con seis decesos (6,7 %) y los departamentos de Norte de Santander, Santander y Valle del Cauca, con cinco casos reportados en cada territorio (5,6 % cada uno). En estas tres últimas regiones se registró un alarmante incremento del 25 % en este indicador.

El reloj sigue marcando. La diferencia entre un accidente inevitable y uno prevenible puede ser tan pequeña como un casco (EPP), una pausa activa o una guarda. ¿Qué elegimos entonces como sociedad? ¿Cuándo vamos a participar como miembros activos del Sistema de prevención de riesgos en accidentes y enfermedades profesionales?


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