Mañana, 6 de mayo, se cumplen 175 años de la muerte del general Francisco de Paula Santander. Dijeron los médicos, -y a los médicos hay que creerles- que el hombre había muerto por culpa del hígado. A lo mejor tenía un hígado bolivariano, que le hizo la vida imposible hasta llevarlo a la tumba.
Santander, o Pachito como le decimos en confianza, es el nortesantandereano más ilustre que hayamos tenido en todos los tiempos. Digo mal. Es el colombiano más ilustre de todos los tiempos. Y eso nos enorgullece.
Nació, como ya se sabe, en Villa del Rosario, aunque no faltan los historiadores que se lo llevaron a nacer en San Faustino de los Ríos, donde su papá, el de Francisco, don José Agustín Santander y Colmenares, oficiaba como Gobernador. Era, además, comerciante en grande de cacao. De modo que el niño fue de buena cuna.
Lo mandaron a estudiar a Bogotá, donde sobresalió como un alumno pilo.
Cuando estaba a punto de graduarse como abogado, lo sorprendió el Movimiento del 20 de Julio, y nuestro paisano, sin pensarlo dos veces, entró a formar parte de las juventudes revolucionarias. Tenía apenas 18 años.
En ese momento, el hígado empezó a echarle vaina. No se crea, pues, que el hombre sufría del hígado por ser guarapero o aguardientero. No. Jamás de los jamases.
Que si se pegaba sus copas de vez en cuando, era sólo por compromisos sociales: Tomador social, que llaman.
Cuando la división entre Federalistas y Centralistas, Santander se enroló con los primeros, y empezó a ascender en el plano militar.
Pero su verdadera vocación para las armas, la demostró cuando hubo necesidad de organizar el ejército patriota. Se fue a los Llanos con un puñado de granadinos y allí se incubó la chispa de la libertad.
Con el clima en contra y con necesidades muchas y con el hígado dándole guerra. El Organizador de la victoria, lo llaman.
Con Simón Bolívar tuvo sus agarronazos, porque ambos eran grandes, pero tenían criterios diferentes sobre la manera de enfrentar a los españoles. Se encargó de la vanguardia del ejército patriota, como quien dice, llevando siempre la delantera.
En Boyacá fue el Chacho de la pelea. Así lo reconoció el mismo Libertador. Nuestra independencia se le debe en gran parte a la acción intrépida de Francisco de Paula.
Cuando la situa se puso difícil entre Bolívar y Santander, nuestro paisano tuvo que salir del país. Lo acusaban de haber participado en el atentado de la Noche septembrina. A estas alturas ya no tenía hígado sino un hilacho de órgano.