En la Academia de Historia de Norte de Santander hay gente para todos los gustos y resabios. Hay bonitas y feos. Viejos y no tan viejos. Cascarrabias y peritas en miel. Godos y menos godos. Creyentes y ateos. Rezanderos de frente y rezanderos vergonzantes. De todo, como en la viña del Señor.
Pero una cosa los une sin distingos de ninguna clase: Su amor por la historia. Y, de ñapa, su devoción por Francisco de Paula, el colombiano más importante de todos los tiempos.
La Academia no es, como muchos piensan, una reunión de viejitos casposos y dormilones que los echan de la casa para que no hagan estorbo:
-Váyase para la Academia y vuelva a la hora del almuerzo.
No. La idea es que la historia del departamento, de la ciudad y de la región no se embolate con el paso de los años, que todo lo oxida, incluida la memoria.
Y para que no se embolate, lo mejor es preservarla de todo mal y peligro, estudiarla y repasarla y hacerla sabrosa. Y enseñarla.
Con ese fin se creó la Academia de Historia de Norte de Santander, que empezó como Centro de Historia, simple y llanamente.
Con ese fin es que se reúnen los académicos, unos casposos, otros dormilones y otros muy activos, a quemar cacumen para hacer que nuestros personajes, nuestras tradiciones y nuestros hechos relevantes, de alguna manera no vayan a dar a la caneca del olvido.
Antiguamente la Historia se estudiaba como una materia desde la escuela primaria. Pero somos un país que va de reforma en reforma y a algún gobierno se le ocurrió que la Historia es perdedera de tiempo y que no vale la éna enseñarla ni divulgarla.
Se perdió, entonces, la noción de lo que somos y de lo que fuimos para saber lo que seremos. Los muchachos de hoy no saben quién fue quien, ni cómo, ni cuándo fue la cosa. Ni por qué, ni para qué. La fundación de Cúcuta la confunden con la Batalla de Boyacá y el Descubrimiento de América les sabe a cuento chimbo.
De ahí el empeño de la Academia por hacer que vuelva a enseñarse la historia en escuelas y colegios, a ver si nuestros bachilleres pueden saber quiénes fueron Mercedes Ábrego, Florentina Salas y Agustina Ferro. Y qué pasó en las Batallas de Cúcuta, de Carrillo y de Cachirí.
Y, sobre todo, para que nuestros estudiantes y nuestros profesionales vuelvan los ojos hacia la figura de Francisco de Paula Santander, el hombre de quien los godos decían que fue el fundador del partido liberal, y los rojos decían que fue el fundador de la godarria.
Los curas lo tildaban de masón y los masones le hacían el feo. El hombre que vivía agarrado con Bolívar, pero que por encima de sus intereses ponía los de la patria. El hombre que sufrió persecuciones, sin que se le menguara su deseo de servirle al país.
Francisco de Paula Santander es mucho más que el nombre de un parque y de una universidad y de un estadio. Es el hacedor de nuestra República. Con leyes, incisos y articulitos. Por eso la Academia de Historia del departamento le rinde homenaje mañana viernes, a las 4 de la tarde, en la casona donde parece que nació Pachito, en Villa del Rosario
Se trata de conmemorar un aniversario más de su muerte. Fecha que aprovecha la Junta de la Academia para posesionarse y celebrar su reelección para un nuevo período. Porque hay reelecciones buenas, según dicen.